Ensayo

El arte de la ficción

David Lodge

18 julio, 1999 02:00

Traducción de Laura Freixas. Península. Barcelona, 1999. 340 páginas, 3.500 pesetas

El arte de la ficción del novelista David Lodge es un espléndido compendio de teoría literaria, donde el crítico, el profesor, el novelista o el hipócrita y bucólico lector, pueden hallar verdaderas lecciones sobre los mecanismos y engranajes de la ficción

U no tiene debilidad por los libros sobre escritores escritos por escritores. Algunos de ellos, como Vidas escritas de Javier Marías, Clásicos de traje gris de Andrés Trapiello, Gente del siglo de Felipe Benítez Reyes, Punto de mira de José Luis García Martín o Biografía del fracaso de Luis Antonio de Villena, me deslumbran y hasta me producen una sana envidia, porque se trata de los contemporáneos de uno y porque sería injusto citar sólo clásicos como Ramón Gómez de la Serna, Jorge Luis Borges o Vladimir Nabokov. El arte de la ficción, de David Lodge, se suma a esa feliz enumeración de literaria crítica literaria.
Siempre admiré las enjundiosas y desternillantes novelas de David Lodge, pero aunque sabía que era o había sido profesor de literatura inglesa en la Universidad de Birmingham, desconocía su producción académica. Primera conclusión después de la lectura: Lodge no es un catedrático metido a escritor, sino un escritor infiltrado en la cátedra. Hago hincapié en lo anterior porque algunos profesores que carecen de la facultad de escribir, escriben porque pertenecen a una facultad. El arte de la ficción me ha seducido porque el novelista brilla más que el académico.
La segunda conclusión es que estamos ante un espléndido compendio de teoría literaria, donde el crítico, el profesor, el novelista o el hipócrita y bucólico lector, pueden hallar verdaderas lecciones sobre los mecanismos y engranajes de la ficción.
Publicados originalmente en el suplemento cultural de un prestigioso diario londinense, los artículos reunidos tienen un planteamiento sencillo y ambicioso: analizar los recovecos de la narración literaria a través de fragmentos representativos de los temas propuestos por el autor. A saber, "El autor omnisciente", "La novela epistolar", "Los cambios temporales" y "La estructura narrativa", entre otros 50 ensayos breves que dejan un estupendo sabor.
Debo decir que estoy sorprendido por la variedad de asuntos repasados y por la original mirada de David Lodge. Es el caso de "El monólogo interior", donde analiza fragmentos del Ulises; "La intertextualidad", donde desmenuza La línea de sombra de Joseph Conrad y "El realismo mágico", en el que, en lugar de recurrir a textos de Gabriel García Márquez, ilustra sus planteamientos con citas de El libro de la risa y el olvido de Milan Kundera.
En cuanto a los autores revisados por Lodge, la lista comprende autores de lengua inglesa que van desde clásicos como Charles Dickens, Henry James, Edgar Allan Poe, Virginia Woolf, Thomas Hardy, Hemingway, D. H. Lawrence y Jane Austen, entre otros. Escritores en inglés provenientes de otras tradiciones como Rudyard Kipling, Joseph Conrad, Brontë y Nabokov. Y autores contemporáneos como Martin Amis, Paul Auster, Kazuo Ishiguro, John Updike y Anthony Burguess. La selección desde luego le honra.
Me llama favorablemente la atención la apuesta contra corriente de David Lodge, pues atreverse a enseñar cómo se construyen las novelas en estos tiempos en que más bien se deconstruyen, me parece cuando menos encomiable. Es más, sin despeinarse se atreve a proponer que "Beckett se anticipó a la noción de Derrida de la inevitable ‘différance’ (sic) del discurso verbal: el ‘yo’ que habla siempre es diferente del ‘yo’ del que se habla, dado que la correspondencia precisa del lenguaje con la realidad siempre es diferida" (pág. 324).
Hay una forma de ejercer la crítica que convierte a los especialistas en forenses de la literatura. Peor aún, hay otra forma de ejercer la crítica que consiste en leer sólo crítica (teoría literaria) y nunca más literatura. Contra esos sólidos y farragosos tratados de hermenéutica se alza romántico y austero El arte de la ficción de David Lodge, un libro nada pretencioso que recurre a los tropos de la retórica clásica para explicar los resortes de la obra narrativa. Y aunque uno advierte concesiones a la teoría literaria moderna como los apartados dedicados a la intertextualidad o la metaficción, celebro más la ocurrencia de dedicarle un capítulo al teléfono.
Y si nadie lo remedia, en la segunda edición podría incluir un ensayo sobre el correo electrónico y la educación literaria, que bien podría titularse "El E-mail de Rousseau".
En resumen, un auténtico placer intelectual y un magnífico banquete literario.