Ensayo

Máximas, pensamientos, caracteres..

Chamfort

25 julio, 1999 02:00

Edición de Antonio Martínez Sarrión. Epílogo de Albert Camus. Península, Barcelona, 1999. 301 páginas, 1.700 pesetas

E n nuestra literatura, a la máxima, al aforismo o al pensamiento no se les ha dejado brillar con lustre. Es de agradecer por eso que uno de nuestros más celebrados y cultos escritores vivo haya editado las Máximas de Chamfort, junto con un capítulo dedicado a sus Diálogos filosó- ficos y a su Correspondencia y haya logrado poner de nuevo en circulación entre nosotros a este escritor francés del ochocientos, apoyándose en una traducción para la que serían muy largos nuestros elogios.
No es necesario subrayar que lo que se nos da con Chamfort es todo un temperamento. De Chamfort admiramos que sea un escritor donde el escarnio o la sátira no produzcan unos modos de autoglorificación, sino que lo lleven por una senda biográfica cada vez más marginal que acabará en suicidio. Su pesimismo es tan radical que él entiende el placer como una forma de poder y el poder como propio de necios y de deshonestos, tal como puede leerse en la máxima 15. Dice cosas terribles porque, como después hicieron Kafka, o Beckett, o Cioran, se situó en un lugar tan bajo que vio de él y del mundo las penurias y los absurdos.
"Quien carece de carácter no es un hombre, es una cosa", escribió, y la fortaleza y el veneno de su carácter, su orgullo también, su rencor, los dejó en estas Máximas escritas en los últimos lustros de su vida, cuando su hiel y su acíbar estaban segregándose después de una juventud de placeres. Y con esta obra lo que quiso es realizar un manual para solitarios, marginados, todos aquellos que, como él, tienen un ideal excesivamente elevado de lo que debe ser el hombre y el mundo. Su pensamiento es el de un trágico que se aparta del mundo asqueado de sus corrupciones, de sus vaivenes. Por eso sus Máximas son la reconstrucción de su autobiografía intelectual y también de su autobiografía ideal. Eso explica que Camus, en unas páginas que se reproducen como epílogo, haya querido atisbar un carácter novelístico en la obra de Sebastian Roch Nicolas, como era su nombre real.
Las Máximas poseen un estilo poderoso porque se da en ellas una adecuación entre las ideas y el lenguaje que las expresa. Un lenguaje donde la depuración consigue una falta de artificiosidad y una concentración verdaderamente a la diabla. Pero, sobre todo, lo que nos muestran es una manera de conducta ante valores en los que no se cree, una experiencia humana observada con minuciosidad y resentimiento por este maestro del pensar.