Ensayo

Recuerdos, sueños, pensamientos

Carl G. Jung

25 julio, 1999 02:00

Seix Barral. Barcelona, 1999. 494 páginas. 1.800 pesetas

Viene la sabiduría contenida en esta obra acompañada de una virtud literaria: la de la amenidad. Jung describe los rasgos de su vida y de su pensamiento con la amenidad de un novelista. Y es que todo fue prodigioso y revelador en la vida de este hombre

E n la primavera de 1957, cuando Jung ya tenía 81 años, emprendió una serie de conversaciones con Aniela Jaffé, una de sus mejores colaboradoras y amigas y autora de otro libro espléndido, De la vida y obra de Jung (Libro Guía, Madrid, 1992). Estas conversaciones en profundidad constituyeron la base del libro que hoy comentamos y sobre las que el propio Jung comenzó a redactar su vida como una necesidad, ("pues si lo abandono un solo día, se manifiestan inmediatamente desagradables síntomas físicos"). No hay que olvidar que la redacción de estas memorias partió de ese "magma en fusión" que fue la experiencia y el pensamiento vivos de una de las figuras más grandes de la psicología y del saber de nuestro tiempo. Fue grande por su valor y por la originalidad que supuso enriquecer (o superar) una visión como la del mismísimo Freud, al lograr ensanchar el racionalismo, en algunos casos cerrado o confuso, de éste.
Jung tuvo que pagar un fuerte precio por su ruptura con el maestro vienés, por su osadía. Una de las formas de fijar y clarificar su actitud fue escribir este libro en el que saca a la luz las raíces más hondas de su forma de pensar y de ser. Estamos ante unas memorias, ante los hechos decisivos y reveladores de la vida de un hombre, pero sustentadas en todo momento en lo que fue su pensamiento y, sobre todo, en la valoración de sus experiencias íntimas, las únicas que le parecían "dignas de mención".
Aniela Jaffé, en el breve pero iluminador prólogo a estas memorias, recoge una frase de Jung que es decisiva para aceptar y comprender las obras de éste: "He sufrido demasiado la incomprensión y el aislamiento a que se llega cuando se dicen cosas que los hombres no comprenden". Jung fue por tanto un claro disidente, desde sus años jóvenes, en el campo de la medicina, en el del conocimiento y también en el terreno religioso, por estar tan alejado del punto cristiano dogmático. (Su espléndida Respuesta a Job sería la punta de iceberg de esta polémica).
Manteniendo esta actitud le iba en ello no sólo su prestigio profesional y social sino también lo que él reconocería muy pronto como uno de sus grandes hallazgos, su propio proceso de "individualización". Jung le va a dar también la vuelta al viejo tópico de que el fenómeno religioso sólo es un elemento represor o alienante (Marx, Freud), para apostar por todo lo contrario y decirnos que "la causa de numerosas neurosis, en especial de la segunda mitad de la vida, son un debilitamiento de esta naturaleza fundamental" (la religiosa). Para pensar así había que entender este último concepto en su sentido iniciático, fértil.
Hay que recordar estas ideas primordiales porque están en la base de los recuerdos, sueños y pensamientos recogidos en este volumen, comenzando por los de su primera infancia. Ya entonces mostró su preocupación por el "misterio" que subyacía en la realidad, por "la verdad más profunda, la más íntima, la que no existen palabras para expresarla". Frente al reto de abordar lo ignoto y darle forma, sitúa la prodigiosa aventura del conocerse a sí mismo, de ser responsable último de ese proceso de "individuación", que no es otra cosa que el autorrealizarse, que el "llegar a ser uno mismo".
Aparecen también muy pronto en su vida símbolos de sus teorías futuras (el bosque, la piedra, el mandala), lecturas inspiradoras (Pitágoras, Heráclito, Platón, Eckhart), su pasión por interrelacionar distintos saberes (la historia y las religiones comparadas, la etnografía, la arqueología) y, sobre todo, ese amor por la sencillez y la compasión que tuvo sus raíces en las tendencias búdicas del pensamiento de Schopenhauer, pero que se ampliaría con su posterior conocimiento de Oriente.
Se explican también muy bien en el libro sus primeros pasos en el campo de la psiquiatría, su encuentro con Freud, el viaje que hicieron juntos a América y la posterior ruptura, en cuya base estaban su disidencia en los temas de lo oculto y lo numinoso, la interpretación de la sexualidad, o una anécdota: que Jung comenzara a psicoanalizar a Freud, pero, como hemos dicho, en la génesis de su obra tuvo mucho que ver su propia autorrealización, en la que jugó un papel determinante ese otro símbolo o realidad que fue el torreón que él construyera en Bollingen. También los viajes que hizo a tres universos culturales (áfrica, la India e Italia).
A medida que la vida de Jung ganó en años su pensamiento se fue enriqueciendo de manera inusitada. Ahondó en el pensamiento mítico y místico, dando forma a las concepciones, hasta entonces inaprehensibles, del inconsciente y del alma humana. El resultado fue sentar las bases, como ya se ha repetido y es difícil cuestionar, de una "psicología para el siglo XXI", por medio de hallazgos que le son propios y que el glosario final de este libro recoge, aunque de forma muy somera (ánima y ánimo, arquetipo, inconsciente, individuación, introversión, sincronicidad, sombra...).
Viene, en fin, la sabiduría contenida en este libro acompañada de una virtud puramente literaria: la de la amenidad. Jung ha descrito los rasgos de su vida y las líneas de su pensamiento, pero con la amenidad de un novelista. Y es que todo fue prodigioso y revelador en la vida de este hombre, como todo es revelador en la vida de cualquier hombre, a la luz de propio conocimiento, de la propia verdad. Porque la obra de Jung entregó al hombre del siglo XX, además de muchas otras cosas, la esperanza.