Ensayo

Cartas a Nelson Algren

Simone De Beauvoir

10 octubre, 1999 02:00

Edición y prólogo de Sylvie Le Bon de Beauvoir. Lumen. Barcelona, 1999. 672 páginas, 4.800 pesetas

No es preciso insistir en que los epistolarios forman parte esencial de la "literatura memorialista". Su naturaleza es la de los diarios: reflejar los avatares de quien lo escribe, retratar su mundo psicológico e incluso proyectarse en la plasmación de una época. Todo esto queda de manifiesto en estas más de 300 cartas que Simone de Beauvoir escribió al novelista norteamericano Nelson Algren y en cuya excelente edición sólo hay que lamentar la ausencia de la correspondencia de Algren debido al veto de publicación de sus agentes. Se nos hurta así la otra visión de esta historia de amor que ambos vivieron desde su encuentro en Chicago en 1947, una historia que hay que entender dentro del pacto que Beauvoir estableció con Sartre: mantener una fidelidad en la que cabían otras relaciones amorosas.

Porque más allá de esa pequeña cursilería que tiene cualquier enamorado visto con ojos ajenos, la Beauvoir de este epistolario no deja de señalarnos la complejidad, y hasta la heterodoxia, en que se movieron desde siempre sus relaciones amorosas: una Beauvoir adolescente asidua de los night-clubes de mala nota o la tenaz amiga de Sartre que se queja de la falta de interés que este muestra por la vida sexual. Comidilla que, de seguro, seguirá encendiendo la polémica. Como polémica, intensa y apasionada fue la relación con Algren cuya historia se cuenta aquí. Una historia de dos soledades, de dos mundos culturales distintos, de dos proyectos de vida unidos por la pasión durante poco más de una década y separados finalmente por algo más que un océano. Desde el deslumbramiento inicial en una casa sórdida de Chicago, desde sus viajes trasatlánticos para compartir juntos unos meses, desde la correspondencia casi febril en que Beauvoir le va contando día a día su vida, asistimos a una historia de amor con todos los componentes típicos del mundo poco convencional de Beauvoir. Un relato con las grandezas y miserias de lo que se quiere vivir al margen de las normas sociales. Para ello nada mejor que complementarlo con la lectura del tomo de su autobiografía que corresponde a esta época, La fuerza de las cosas. Allí comprenderemos que lo que hizo saltar por los aires esta relación fue la no aceptación de Algren de compartir a Beauvoir con Sartre. Y comprenderemos también que a pesar de las medias verdades que esconden estas cartas, el retrato que debe permanecer de Beauvoir es el de alguien que sacrificó su vida para construir un destino literario que vigilaba la mirada luciferina y displicente de Jean Paul Sartre y las luces doradas del mundo literario y político de París.

Por eso el universo Beauvoir al que invitan estas cartas no se detiene aquí. Testigo de una época crucial de la cultura francesa, de una época de grandes combates ideológicos y políticos, en este epistolario se nos cuenta con detalle todos los debates y las polémicas en torno a Sartre y los existencialistas de Les Temps modernes. Desde esta perspectiva no es raro relacionarlo con la entidad de un diario: de un diario íntimo, de un diario de escritor que nos cuenta los secretos de su taller, pero también de un diario político donde se agradece la desinhibición y la sinceridad con que se relatan las luchas frente a De Gaulle o las distancias con el Partido Comunista.

Que unas cartas de amor se conviertan en una mirada sobre una época, que en ellas queden apresadas las encrucijadas en las que vivió un grupo de hombres de esta talla intelectual, es desde luego algo que las coloca en una primerísima línea de referencia. Y además como un capítulo importante dentro del total de su epistolario, puede apreciarse el complemento que establecen con la correspondencia con Sartre. Pero hay algo más: una provocación moral que se respira entre sus líneas, una búsqueda por determinar los límites de la libertad personal en medio del amor, y además un documento imprescindible para leer una parte importante de la obra de Simone de Beauvoir desde El segundo sexo a Los Mandarines. Y todo ello contado con la tensión y hasta el humor de un relato casi novelesco.