Ensayo

Memorias

Abate de Choisy

12 diciembre, 1999 01:00

Traducción y prólogo de Marina Pino. Laertes, Barcelona, 1999. 108 páginas, 1.500 pesetas

Creo que -oficialmente- nada se sabía en España hasta hoy de este peculiar, François-Timoleón de Choisy, abate desde los nueve años, cortesano, soldado y hombre -y mujer- de mundo, que concluyó haciéndose sacerdote (abate es solo quien posee órdenes menores) y siendo respetable miembro de la Academia Francesa. Vinculada su familia con el alto servicio a Luis XIV (la madre de Choisy fue quien enseñó al rey educación cortesana) la vida de François-Timoleón resultó casi siempre amable y relativamente fácil, aunque jamás escasa en riesgo. Quizá sin saberlo heredó a los libertinos que, a principios del XVII, se declararon hedonistas y renovados discípulos de Epicuro; y fue el iniciador de ese otro clima hedonista, ilustrado y galante, que brilló, y dió fama a la Francia del XVIII, la de Voltaire y las marquesas licenciosas. El Abate de Choisy (1644-1724) está literalmente entre ambos mundos. Aunque a veces se sintió acometido por la necesidad de penitencia, juzgó normalmente que la vida está hecha para el placer y el deleite y que -contra tantos- el valle de lágrimas podría ser un ameno jardín...

Amigo desde niño del hermano del rey (al que se llamaba "Monsieur", sin más) conocido por su afeminamiento y gusto hacia los varones, el Abate de Choisy aprendió a vestirse de mujer muy pronto (era hermoso y casi imberbe) y le gustó sentirse admirado como dama. En la Corte el asunto resultaba —fuera de ciertos bailes- más escandaloso, y el joven Choisy se escapó a Burdeos, en 1664, donde trabajó nueve meses como "actriz". Tenía bonita voz, sabía música y recitaba bien los versos. Con el tiempo Choisy -de nuevo en París- pasó años viviendo en barrios populares, instalado a todo tren, pero vestido de mujer. Más tarde, haría lo mismo, en provincias, exactamente en Bourges. A la guapa y elegantísima "señora de Sancy" o "Condesa Des Barres" (como se hizo llamar en un lugar y otro) no le faltaban pretendientes masculinos, pero -salvo una vez- este Abate de Choisy, vestido de mujer, no cedió a tales requerimientos. Pues a él -y este es el mayor encanto o singularidad de la historia- lo que le gustaba eran las jovencitas. Y así, como distinguida y joven señora, conquistaba a señoritas y actrices más jóvenes, a las que se llevaba a vivir con él (ella), con el consentimiento general, y a las que amaba con ardor travestido (de una llegó a tener una hija) hasta que le seducía otra. Cuando las señoritas eran dadas en matrimonio por sus madres a un caballero, Choisy dejaba de interesarse en ellas, perdían encanto. A veces -para mayor gozo y delicia- la señora (el abate) hacía que las señoritas con las que trajinaba se vistieran de señoritos. ¿Homosexualidad? No parece. Más bien un feroz y delicioso exhibicionismo travestista, pues el Abate de Choisy, vestido de mujer provocativa, lo que más le encantaba era dejarse ver -y admirar- con sus preciosas amiguitas. Todo esto sería una estupenda novela galante, sino fueran unas Memorias reales que Choisy escribió hacia 1687, cuando fue admitido en la Academia, por sus libros morales y de viajes, y llevaba ya una vida menos aventurera. Pues entre el travestismo y su afición al juego (entonces vestido de hombre) que le arruinó varias veces; entre su viaje a Siam, sus estancias en Italia y sus ocasionales campañas guerreras, no sabemos cuándo sacó tiempo este gentil hombre para escribir unas memorias sobre el reinado de Luis XIV, en las que intercaló sus episodios vitales como seductora. En 1727 (al poco de la muerte del Abate) se publicaron sus Memorias para servir a la historia de Luis XIV sin la parte del travestismo. En 1735 -en Amberes- se publicó clandestinamente uno de esos fragmentos (el de "La Condesa Des Barres") y hubo que esperar hasta 1862 para que el erudito Paul Lacroix publicara íntegramente Las Aventuras del Abate de Choisy vestido de mujer. Marina Pino ha traducido y presentado con acierto ese librito, y hélo aquí para ponernos los pelos de punta (gozosamente) ante la sana complejidad biográfica y moral de aquel Abate culto, divertido y atrevido.