Ensayo

Los hemisferios de Magdeburgo

Andrés Trapiello

30 enero, 2000 01:00

Pre-Textos. Valencia, 1999. 470 páginas, 3.750 pesetas

La relativa escasez de obras memoriales en la literatura española, al menos hasta bien entrado el siglo XX, reclamaba de nuestros escritores mayor atención hacia las variedades de la literatura del yo, entre las que se encuentran las memorias, la autobiografía, los diarios y dietarios y las cartas. La citada parquedad ha venido siendo remediada en la segunda mitad del siglo por los testimonios personales de varios autores como son las memorias de Francisco Ayala, la autobiografía de Juan Goytisolo, los diarios de Andrés Trapiello, y la publicación de la correspondencia de escritores del primer tercio de siglo como Blasco Ibáñez, Baroja o Jorge Guillén, por citar sólo algunos ejemplos relevantes publicados en las últimas décadas.

Estas modalidades de la literatura del yo cumplen una doble función consistente en ayudar a comprender mejor -con las cautelas exigidas por su veladura literaria- la personalidad de sus autores y, al mismo tiempo, descubren informaciones interesantes acerca de la intrahistoria literaria, tanto en lo concerniente a relaciones entre escritores como al proceso de gestación de sus obras. En el caso de Andrés Trapiello, poeta, novelista y ensayista, además de editor de poesía y hombre de letras por su presencia en la vida cultural española, los diarios ocupan una parte fundamental de su obra literaria, hasta el extremo de que puede afirmarse que este escritor leonés es dueño del proyecto diarístico más importante de la literatura española actual. Desde El gato encerrado (1990) han aparecido ocho volúmenes contando Los hemisferios de Magdeburgo (con cerca de 500 páginas en letra menuda), de una dilatada obra que su autor considera "Una novela en marcha" y a la que pone por título general Salón de pasos perdidos. Con ello pretende que estos libros suyos sirvan, como los salones de pasos perdidos de los antiguos palacios españoles, para "llegar a esos otros lugares donde nos espera el espejismo de que hemos encontrado algo. A ese espejismo lo llamamos novela, y a ese algo lo llamamos vida".

Vida y literatura se dan la mano en la construcción del yo de este diario en que Trapiello aborda sus temas recurrentes y da cuenta de lo sucedido en su andadura vital en el año 1994. El yo resultante de estas páginas es una persona culta, sensible y preocupada por cuanto sucede a su alrededor, desde los acontecimientos histórico-sociales, con indignada perplejidad ante la injusticia, la mentira y la estupidez, hasta su labor editorial de poesía, su pasión bibliófila y sus viajes, conferencias y presentaciones de libros, pasando por reflexiones, dudas y congojas del escritor a solas con la creación de sus propias obras.

Todas la facetas del autor están representadas. Del poeta aflora la percepción lírica de la naturaleza, sobre todo en sus frecuentes retiros en el campo; del novelista abundan los testimonios de hallazgos y discusión de asuntos novelescos en sucesos de la vida diaria; el ensayista se impone en la confrontación de ideas, en el análisis intelectual y subjetivo de múltiples fenómenos de actualidad; y del crítico literario que Trapiello también es, sobre todo de sus lecturas apasionadas, proceden observaciones y juicios personales, arriesgados y polémicos sobre autores de la altura de Valle, Octavio Paz, Neruda, los Panero, Rosa Chacel, Valente y otros enmascarados en sus iniciales o en algunos atributos que permiten identificarlos. Creo, sin embargo, que resulta molesta la reiteración de tanta X encubridora de la identidad de quienes acompañan o se cruzan con el autor en su diario vivir. Y no se debe pasar por alto la sencillez y riqueza de estilo, adecuado a cada momento, elegante y siempre cuidado en su naturalidad y frescura, ingenioso y brillante en la invención de aforismos y máximas que con frecuencia dan paso a la greguería. Estamos, pues, ante una valiosa continuación de un importante diario que aspira a la construcción del yo autorial que arranca de la vida y se hace literatura, que enseña y entretiene con su agridulce celebración de ambas.