Ensayo

El lenguaje del deseo

Hadewijch de Amberes

27 febrero, 2000 01:00

Edición y traducción de María Tabuyo. Trotta. Madrid, 1999. 153 páginas, 1.200 pesetas

Aparece esta autora de visiones y poemas como "maestra" de un grupo que, acaso por ello, sufrió persecución y prisión. Hadewijch es reconocida no sólo como una de las primeras escritoras en lengua flamenca sino también como predece-
sora del maestro Eckhart

D isponíamos en España de una información reciente y previa sobre la escritora y mística flamenca Hadewijch de Amberes en la obra de Victoria Cirlot y Blanca Garí La mirada interior. En este libro se escribía con mucho fundamento y se ofrecían textos fragmentarios de las obras de otras escritoras místicas de la Edad Media, como Hildegarda de Bingen (de la que en España tenemos más información y ediciones), Beatriz de Nazaret, Matilde de Magdeburgo, Margarita Oingt, ángela de Foligno, Margarita Porete y Juliana de Norwich. A ellas se une, como decimos, el nombre de Hadewijch, que es definida en esa obra como "tormenta de amor".
Este tipo de ediciones vienen a poner de relieve una sensibilidad y una espiritualidad -la mística y la medieval- que sobre todo se ha venido atribuyendo a hombres, o en las que éstos parecían tener una protagonismo mayor. Nada más alejado de la realidad. En Italia, por ejemplo, ya se había dado en 1988 un paso importante en este sentido con la edición del grueso volumen Scrittrici mistiche italiane (edición al cuidado de Giovanni Pozzi y Claudio Leonardi) de una abundante y cuidadosa muestra antológica de místicas italianas desde Chiara d’Assisi (1193-1253) a ángela Gavazzi (1907-1975), una mística incluso de nuestros días. El fenómeno, así expuesto, no sólo se universaliza sino que pone de relieve la presencia en el tiempo de esa misma sensibilidad visionaria y literaria de la que venimos hablando.
Esta actitud radical, a contracorriente, de ruptura, que supone en cada época, la escritura mística, adquirió un protagonismo especial en determinadas mujeres de la Edad Media; periodo en el que, por tantas razones, el papel de la mujer parecía ver-
se abocado a esa espiritualidad radical, hacia la sima interior de la luz que supone toda mística. Ese doble encierro en sí mismas condujo a una literatura especialmente exquisita y profunda, como la que representa de manera especial Hadewijch de Amberes.
Textos en prosa y verso, relatos y plegarias, visiones y epístolas, incluso pintura y música (como sucede en el caso de Hildegarda de Bingen), son las varias formas de expresión que estas mujeres utilizaron en ese doble viaje interior -por llevar vidas recogidas y por ser mujeres-, hacia un saber sublime y trascendente, al margen de los saberes al uso.
Como muy bien nos explica María Tabuyo en su cuidadoso estudio previo, no sabemos excesivas cosas de Hadewijch, una mujer perteneciente al grupo de las beguinas o bienaventuradas y que vivió entre los años 1220 y 1240. Aparece esta autora de cartas, visiones y poemas como "maestra" o cabecilla de un grupo que, acaso por ello, sufrió persecución y prisión. Hadewijch es reconocida no sólo como una de las primeras escritoras en lengua flamenca sino también como predecesora de uno de los autores más notables de la mística renana y, por extensión, de la mística universal: el maestro Eckhart.
En sus visiones, cartas y poemas, Hadewijch buscaba una gozosa y plena identificación con el Amado, expresaba su idea de la "unión" mística con un realismo fogoso que no tiene por menos que sorprendernos. Escribe en una de sus cartas: "Deseaba la plena fruición de mi Amado, conocerlo y gustarlo plenamente, con todo lo que le pertenece; deseaba gozar en la totalidad de su humanidad unida con la mía, y que la mía, afianzada en la suya, fuera más fuerte y ganase firmeza, pureza y unidad suficiente para satisfacerle plenamente en toda virtud."
Esta idea de fusión casi física y de virtud final sólo podía ser plena y simbólicamente desarrollada por medio de un género depurado, extremado, como es la poesía. No siempre el místico puede expresarse a través del don de los versos. No es el caso de Hadewijch, que utilizó diversos poemas estróficos y variadas formas métricas para encauzar ese afán suyo de querer ir más allá, de expresarse (y sentir) en un grado tan elevado de consciencia.
Esto se puede apreciar muy bien en El lenguaje de los misterios, el volumen que comentamos, que más que un libro de poemas podemos considerarlo como un poema de poemas, si tenemos en cuenta la gran unidad del conjunto de los textos, la extraordinaria fusión entre forma y contenido, entre emoción y pensamiento, sólo presente en la mejor poesía. Hadewijch habla de un Mundo, un Amor, un Amado y una Divinidad muy concretos, pero la pureza de su lenguaje y la profundidad de su reflexión universalizan su mensaje de manera extraordinaria.
Más allá del poder conmovedor, idealista, de los poemas hay esa consciencia de la autora que sabe que su meta es el silencio, pues sus versos "no podrán, razonando, explicar/ lo que yo he encontrado en mí misma, sin medio, sin velo,/más allá de las palabras".
Poesía, pues, en los límites del conocer, que resume lo mejor de una sabiduría de raíz bíblica, pero que sabe ir aún más allá por esas sendas que sólo al místico puede seguir hasta salir del "bosque" del ser y hallar la definitiva liberación.