Ensayo

La bestia de Lascaux

Maurice Blanchot

5 marzo, 2000 01:00

Traducción de Alberto Ruiz de Samaniego. Tecnos. Madrid, 1999. 106 páginas

Blanchot tiene libros más importantes que estos dos ensayitos. Pero aquí está su método -venerado por la nueva crítica- y el saber de dos poetas difíciles. Caminos que la poesía no puede abandonar, pero que su pendiente no hace aconsejables a los no pertrechados.

Famoso y aclamado por los más aventurados, Maurice Blanchot -nacido en 1907- ha sido siempre un personaje y un escritor extrarradial, tan en el cartesianismo francés como en la sombra de la pesquisa, en la tutela de Nerval o de Lautréamont. ¿Cómo definir la obra de Blanchot? Ensayo, sin duda. Pero ensayo creador. Palabra literaria sobre la literatura, un alma gemela aunque en modo distinto al de Georges Bataille. Una escritura inteligente, creadora, atípica, que intenta dar luz sin apartar la sombra... Maurice Blanchot es, sin duda, uno de los grandes ensayistas franceses del siglo XX, explicando la literatura (El espacio literario, La risa de los dioses...) para crear más literatura.

José Jiménez rescata en el tomo que voy a comentar dos ensayitos de Blanchot (de 1958 y 1972, respectivamente) sobre dos límites y dos indagadores de la poesía: René Char y Paul Celan. En realidad los dos textos son comentarios a un poema básico de ambos autores.

La bestia de Lascaux comenta el poema de Char, "La bestia innombrable", recogido en el volumen La palabra en archipiélago de 1962. Pero lo que interesa a la lectura de Blanchot (partiendo del Fedro platónico y del concepto tradicional de logos) es acercarse a una escritura, de signo irracionalista, órfico, que habla como la Sibila y como lo escrito, sin esperar respuesta, pero que habla (o indica, más cerca de Heráclito que de Sócrates) sintiendo las fuentes antiguas de la historia y del ser, que habla -quizá- desde la raiz del canto, desde el oscuro origen.

René Char es para Blanchot el poeta que inserta su lenguaje -y su sentir- en la raiz telúrica de la vida (como la bestia de las pinturas rupestres de Lascaux) para hallar la Sabiduría en lo sensible pero innombrable. Char nos recordaría que no solo hay logos, o que junto al logos existe otro territorio más antiguo -y acaso también futuro- que aún no ha sido conocido, y que probablemente debamos sentir mejor que razonar.

El último en hablar comenta, entreverándolo con otros versos, el poema de Celan, "Habla también tú" del libro De umbral en umbral, de 1955. Opuesto y complementario a lo dicho sobre Char, para Blanchot, Celan iría en la dirección contraria de un lenguaje no lógico, pero tampoco irracional, lenguaje mejor -como se ha dicho para los místicos- insuficiente.

Paul Celan -desde su terrible experiencia de hijo de judíos de lengua alemana muertos en los campos de exterminio- busca hablar de lo que está después, del sentido de la vida y del morir, de lo presentido, de lo necesitado, y de lo que intentamos expresar más allá de lo establecido. La poesía de Celan (difícil, trunca, orientada hacia, más que definitoria) sería la búsqueda de lo desconocido que está allende.

Si el lenguaje de René Char venía de lo primigenio, el de Celan viene de lo muy elaborado, de lo absolutamente quintaesenciado, pero ambos concluyen por coincidir en una cualidad de oscuridad creadora, desde lo órfico o en lo órfico, y hacia la luz más lejos de lo luminoso. Un hermoso verso de Celan -en el poema comentado- se expresa así: "Dice verdad, quien habla de sombra".

Tanto René Char como Paul Celan son poetas difíciles. Ambos buscan fronteras en el lenguaje y por tanto en la experiencia intelectual. No son pocos los críticos que al comentar a poetas de esta especie han hablado de "las fronteras del lenguaje". ¿Hay realidades que el lenguaje no puede alcanzar? Pero asimismo, ¿puede pensarse algo que no sea lenguaje? Y más: ¿sentir, intuir, ha de ser lo mismo que pensar? Cierta poesía trata de explorar o de adentrarse en los territorios de la sombra, de la intuición. Quizá no es poesía que piensa, entonces, sino poesía que siente, pero que al estar escrita se vuelve -o comienza a volverse- pensamiento. La poesía de Char es más intuitiva y sensorial. La de Celan más seca y pesquisidora; las dos en el límite. Y lo que Blanchot hace, al glosarlos, es explicarlos sin dilucidarlos, esto es, abundar en sus significados sin resolverlos. Dos ensayos para amantes de la poesía. O dos ensayos -complementariamente- para quienes saben que filosofía y poesía se unen, se interpenetran y se repelen. Maurice Blanchot tiene libros mucho más importantes que estos dos ensayitos. Pero aquí está su método -venerado por la nueva crítica- y el saber de dos altos poetas difíciles. Caminos que la poesía no puede abandonar, pero que su pendiente, su ascensión, no hace aconsejables a los no pertrechados.

Nacido en Quain, Saône-et-Loire, en 1907, en la obra del crítico y novelista Maurice Blanchot influyen notablemente Mallarmé, al que dedica el ensayo Faux pas (Paso falso, 1943), Sade, Joyce y Franz Kafka. Su obra narrativa comprende, entre otras, Thomas l´obscur (1941 y 1950); Aminadab (1942); Le Très-Haut (1948); Le ressassement éternel ( 1951); Le dernier homme (1957) o La folie du jour (1973). De su intensa actividad ensayística destacan Comment la littérature est-elle possible? (1942); Lautréamont et Sade (1949); L´espace littéraire (1955) o Le livre à venir (1959). Ha reunido sus reflexiones sobre el lenguaje en L´écriture du désastre (1980).