Ensayo

Edgar Neville

María Luisa Burguera

12 marzo, 2000 01:00

Institució Alfons El Magnànim. Diputación de Valencia, 2000. 265 páginas, 2.500 pesetas

La obra de María Luisa Burguera es una nítida, unitaria y compleja imagen de Neville: del escritor y del hombre

En la literatura hay, además de los vivos más o menos muertos y de los muertos más o menos vivos, una ingente legión de espectros que informan la interesante especie de los olvidados y desaparecidos. Los desaparecidos son -suelen ser- los escritores de verdad: a ellos, más que a los jóvenes es a quienes corresponde el futuro, que no es tanto un tiempo como un modo y, sobre todo, un nuevo tipo de lector. Ese lector que aún no ha llegado es el único que puede ser considerado clásico precisamente por eso: porque todavía no acaba de llegar; porque está haciéndose; porque aún no es. Cernuda lo invocaba como a un dios, y Borges lo veía como a un crítico o -mejor- como a una mezcla de creador y crítico, que es lo que todo lector acaba siendo porque eso -y no otra cosa- es.

Edgar Neville era, desde hace años, menos un muerto que un desaparecido y no quedaba en él sino un cada vez más difuso nombre unido al sólido recuerdo de sus kilos o al de su cinematográfico pasado, con El Baile como única enseña literaria ondeando sobre su sumergido pabellón. Ni se le leía ni se le representaba: estaba -está- en ese limbo de la literatura que acaso sea el sitio donde tiene su sala de espera la escritura que mañana parecerá mejor y a la que otros abrirán de par en par sus hoy selladas puertas. Hace años yo puse mi mano sobre el pomo de su oxidada cerradura y publiqué "Blanco y Negro" un artículo que quisiera creer sirvió de algo, porque poco después apareció un excelente libro: Edgar Neville: entre el humorismo y la poesía, en el que una muy tenaz estudiosa, María Luisa Burguera, analizaba la obra y la figura de uno de los más destacados y significativos miembros de lo que, a partir del discurso de ingreso de López Rubio en la Real Academia de la Lengua, se ha dado en llamar "el otro 27". Ahora, presenta a Neville en Neville y, sobre todo, a Neville haciéndose y haciendo de Neville, llegando a ser Neville, que es una de sus mejores creaciones.

María Luisa Burguera traza una radiografía de su espíritu hecha sobre un perfil histórico de época, y no sólo desciende a los detalles sino que también nos introduce en su intimidad y su carácter. La documentación -muy bien elegida y todavía mejor utilizada- no es un peso muerto sino un hilo conductor que nos acerca a la compleja realidad de su persona. Es, pues, una moviola, y no un museo, lo que vemos aparecer aquí. María Luisa Burguera ha optado -y ha sido un acierto- por permanecer detrás de la rigurosa cortina de datos tras de los cuales se la adivina y ve. Parte de una caricatura de Ramón y una entrevista con Julián Cortés; sigue con el glamour de la belle époque, y los recuerdos de Neville contados por él mismo, que llenan mucho más que la extensión ocupada por sus páginas; hace una obligada escala en la geografía del couplet; dedica unas interesantes -pero tal vez no suficientemente críticas- observaciones a las tertulias, la dictadura de Primo de Rivera y las vanguardias; historiza los "años americanos"; incluye -y es uno de los máximos regalos entre los muchos que este libro ofrece- el viaje por el Norte de áfrica en diciembre de 1934, relatado por su mujer, ángeles Rubio Argöelles y Alessandri; hace un alto importante en Conchita Montes; y explica -como nadie lo había hecho nunca antes- la opción existencial, más que ideológica, que para Neville supone y le impone la guerra civil, aporta a ello una interesante correspondencia con Gómez de la Serna y da pistas sobre el contexto y el transfondo de Frente de Madrid. Narra el episodio de su captura por los maquis, su paso por el teatro y por el cine, su aterrizaje en la pintura y la poesía, y su fondeamiento allí. Los últimos años -con las dificultades amorosas con Julia Altuna y las tormentas de amor con Conchita Montes, de la que se incluyen fragmentos de sus cartas, así como de su divertida y cordial respuesta a Fraga- son descritos con ternura y comprensión. Y un capítulo último intenta establecer las líneas maestras de toda su poética: la de autor teatral y la de cineasta, la de poeta y la de pintor, la de narrador y la de comediógrafo.

El resultado es una nítida, unitaria y compleja imagen de Neville: del Neville escritor y del Neville hombre. "Volverás a Neville" se titulaba mi artículo de septiembre de 1994. Seis años después Neville parece empezar a volver, aunque todavía no ha vuelto.