Oscar Wilde
André Gide
12 marzo, 2000 01:00Por eso, a fines de 1901 -un año después de la muerte de Oscar- Gide escribe su In memoriam, unos vivísimos recuerdos de Wilde (en las tres etapas en que lo conoció) con la hermosa lozanía de una sinceridad simpática, porque tras su muerte, Gide ha vuelto a quedar prendado de Wilde. El texto se publicó en 1902 en una revista. El segundo que compone este volumen (que el propio Gide juntó en 1908) es simplemente una crítica -una apreciación, más bien- a la traducción francesa del De profundis, publicada en 1905 (el mismo año que en inglés) aunque fragmentariamente. Esta crítica tiene poco interés. Gide se extraña de ese Wilde franciscano que anhela ser otro, a la par que queda sobrecogido por la sinceridad del dolor. Un mero apunte estupefacto.
Lo interesante es el In memoriam por la frescura y el encanto vital del recuerdo. Aunque no se debe olvidar que Gide lo redacta admirando más al hombre que al escritor. El personaje Wilde le parece fascinador y terrible, al escritor lo juzga (injustamente) con la dureza que pone quien se está desprendiendo de unos rumbos estéticos que halla antiguos, contra quien los encarnó soberanamente. Pero sobre todo, se trata de un texto biográfico -aunque vivo y directo- muy pudoroso. Se insinúa el motivo de la tragedia de Wilde sin nombrarlo: todos lo sabían. Y, sobre todo, Gide se presenta como un espectador interesado, cuando en realidad fue actor, y compartió con Douglas y con Wilde las noches argelinas, el amor que no se atreve a decir su nombre. En honor a Gide habrá que añadir que, años adelante, cuando en su autobiografía Si la semilla no muere... (1921) vuelva a relatar los encuentros con Wilde en Argel, se incluirá, sin tapujos, a sí mismo. Pero eso será más tarde. Cuando Gide era ya un célebre heterodoxo lleno de gloria. De momento el tomito Oscar Wilde es, ante todo, el encantador testimonio de la admiración hacia un personaje fascinador y unos cuantos recuerdos, magníficos, contados de primerísima mano. Un libro delicioso e incompleto. Lumen ha añadido una cronología wildeana y un amplio muestrario de fotos de Wilde (muchas inéditas en España) sacadas quizá del Album Wilde que publicó La plèiade en 1997 o del muy similar que un año después editara en Londres Merlin Holland, el nieto de Oscar. (The Wilde Album). Pero el pie de la última foto (pág. 88) está equivocado. Pese al aire de afecto, no son Wilde y Douglas, sino Lord Alfred y su hermano mayor, quienes están así de acaramelados.