Ensayo

Elogio de lo visible

Jean Clair

10 mayo, 2000 02:00

Traducción de M. D. Aguilera. Seix Barral. Barcelona, 1999. 257 páginas, 2.900 pesetas

Haciendo uso de herramientas metodológicas tan diversas como el psicoanálisis de Sigmund Freud, Jean Clair nos explica cómo la ciencia avanza linealmente en sus conocimientos, esto es, borrando sus huellas. A la ciencia sólo le interesa el resultado, el avance.

EI pasado año se han traducido un par de libros de Jear Clair, pseudónimo de Gerarc Regnier (París, 1940) director de Museo Picasso de París, actualmente enfrentado con los herederos por motivo de la venta a Citróen del uso comercial del nombre de Picasso. En traducción de Lydia Vázquez se publicó Malincolia. Motivos Saturninos en el Arte de Entreguerras (en Visor), un repaso a la iconografía de le melancolía -en la tradición de Panosky, Saxl y Klibansky (que aún vive)- especialmente en la "pintura metafísica" italiana, donde Clair se plantea algunas cuestiones relacionadas con el compromiso político. Sobre este tema de la melancolía en el arte prepara el autor una exposición para el Gran Palais de París para el año 2003. En el libro que tratamos, aparecido en Gallimard en 1996 y ahora traducido por M. D. Aguilera, el historiador francés -que acaba de publicar el catálogo razonado del pintor Balthus- se plantea el mecanismo de la visión y de la representación. El subtítulo del libro indica la línea de referencia de toda la obra: "Fundamentos imaginarios de la ciencia". Haciendo uso de herramientas metodológicas tan diversas como la lingöística de Ferdinand de Saussure o el psicoanálisis de Sigmund Freud, Jean Clair nos explica cómo la ciencia avanza linealmente en sus conocimientos, esto es, borrando sus huellas. A la ciencia sólo le interesa el resultado, el avance. La ciencia se niega a mirar atrás como no debería haber hecho Orfeo ni la mujer de Lot.

En cambio el arte no deja de estar mirando y reconstruyendo todo su pasado, y a ello se ha dedicado especialmente el siglo XX. Los mecanismos de la representación, es decir, la interpretación de "lo que vemos" en la anatomía, en la física, en la astronomía o en el psicoanálisis se basa en la imaginación. ¿No interpreta el controlador aéreo una pantalla como desea el psicólogo interpretar un test de manchas? ¿Cuáles son sus procesos y mecanismos neuronales?

¿Qué se entiende cuando no se entiende? ¿Qué no se comprende cuando se comprende? De estas dos preguntas acosado marcha el pensar como guiado por dos mojones de lindero, dos límites de todo método o forma de caminar gnoseológica. El asombro es el comienzo de todo pensar, parece que llegó a pensar Aristóteles: el mundo del pensamiento se abre, se alumbra, salta la chispa, cuando el hombre empieza a entender que él no ha entendido nada.

Lo primero es saber qué es lo que no sabes, el reconocimiento del desconocimiento de ciertos temas. Aplíquese a los arquitectos de laboratorio o de revista, que nunca se han encontrado con los problemas a pie de obra, que son los propios de la construcción. ¿O no se dedica la arquitectura a la construcción?

¿Observa el crítico desde su orilla la marcha y navegación de las obras de arte? Según Achille Bonito Oliva, comisario de la Bienal de Venecia en 1993, antes de ser comisario de la misma Jean Clair, esa es la función no del crítico sino del historiador del arte, un parásito: "no hay figura más parasitaria en todo el sistema de las artes que la del historiador. Trabaja asegurado por el tiempo, que ya es pasado y que ya ha garantizado a los artistas su grandeza. La figura del crítico de arte es por el contrario una figura heroica, si es un crítico militante. Se atreve al peligro y asume la resposabilidad". éstas son las palabras de un crítico más que militante sujeto, por supervivencia y espectáculo, a la propaganda, es decir un crítico abriendo marketing.

En las antípodas de este pensamiento se encuentra el de Jean Clair. En esta batalla escenificada, donde se atribuye el papel heroico, están los términos cambiados de lugar. ¿No es el crítico el parásito de cada día, y el historiador crítico (el que objetiva, y por lo tanto juzga) un elemento de higiene, de limpieza y reestructuración?

En cualquier caso hay que recordar a Clair que tampoco coincide la sinceridad subjetiva (la verdad personal) con la adecuación objetiva (la verdad de las cosas). La mirada implica una selección del entorno, una previa interpretación o enfoque del mundo y una capacidad de penetración. En la puesta en marcha de ésta -como saben los enamorados- se revelan las intenciones (en selección y enfoque) de la mirada. En palabras de Machado "El ojo que ves no es/ ojo porque tú lo veas:/ es ojo porque te ve". Como Tycho Brahe o como Kepler los historiadores de arte leen un firmamento de creación. Son observadores que levantan acta, son notarios que escriben un protocolo de lo que sucede, algo que otros teólogos de la escritura o científicos a veces no llegan a ver. La recepción de una obra del pasado está sujeta a un horizonte de expectativas en permanente cambio, y se va transformando con el tiempo, y con ello va encontrando otro lugar distinto al que tenía anteriormente.

No hay actividad humana que - pueda compararse a la de mirar y seleccionar el firmamento compuesto por las obras de arte a la hora de establecer distancias entre unas y otras, tanto de artistas diferentes como entre las obras de un mismo artista. El criterio de calidad es algo mercurial, se escapa entre los dedos, y preferir es querer solidificarlo. Mientras el arte en palabras de Clair posee un valor de canje entre lo visible y lo invisible, entre el mito y la historia, entre el tiempo sacro y el día a día profano.