Ensayo

Crónicas de la ultramodernidad

José Antonio Marina

5 julio, 2000 02:00

Anagrama. Barcelona, 2000. 264 páginas, 2.300 pesetas

Los artículos y ensayos de José Antonio Marina han irrumpido en el panorama literario español (y en esa cultura fugaz, pero provechosa que es la de la Prensa), con un vigor sorprendente. No es usual que el pensamiento pase a los lectores de uno y otro signo, se difunda con fertilidad y -lejos de las sesudas minorías- lo haya hecho también con cierta facilidad para una mayoría de lectores.

Con Crónicas de la Ultramodernidad, la obra de Marina pasa ahora esa prueba que no siempre es fácil o conveniente: la de recoger en un volumen artículos o ensayos previamente difundidos. Este tipo de proyectos no siempre tienen razón de ser; entre otras razones porque, ya agrupados, los artículos sobre la más viva actualidad no siempre tienen la altura de miras que un libro serio exige. No es éste el caso del libro que hoy comentamos. Los artículos seleccionados no sólo mantienen su amenidad y su frescura sino que el libro se ha tornado en un fruto autónomo y válido, se ha hecho "obra". Hay en Marina, y él mismo nos lo recuerda, un afán de "ser un investigador sistemático". Esta afirmación puede servir para algunos de sus libros de ensayo más contundentes y, en concreto, para esa aventura intelectual que es su Diccionario de los sentimientos.

Ahora, José Antonio Marina ha logrado dar en este libro de libros con una valoración de la realidad muy alejada de la hueca erudición, de la rígida reflexión, del sectarismo de escuelas o grupos. El autor no evita los temas complejos, incluso los más vivos de nuestros días -los nacionalismos, ETA-, pero siempre a la luz de un conocimiento flexible y traspasado por la realidad, sea ésta transcendida o no. Marina analiza e investiga la cotidianidad, pero a la vez vuela sobre ella con esa facilidad abierta que sólo suele proporcionar el pensamiento de raíz poética.

No es raro por ello que, ya desde ese significativo prólogo al que antes aludía, los nombres de Rilke, Machado o Neruda estén presentes. Y que también nos topemos con esas presencias del jardín o del mar, que le permiten dar la vuelta de golpe a cuanto el concienzudo "investigador" desea construir con su razón. Es por todas estas razones por lo que Marina tiene también el don de valorar los temas en su sentido más amplio: la comprensión de la historia y el amor romántico, la política y la ética. Y lo mismo sucede con sus citas y referencias bibliográficas. Puede hacer una reflexión sobre el Sartre de La náusea, pero este recuerdo gris se salva al citarnos a continuación a autores de la nueva sensibilidad: Suzuki o Basho.

En definitiva, el pensamiento de Marina no se esclerotiza nunca porque mira siempre hacia adelante y, a la vez, lo hace traspasando sus reflexiones con las que, acaso -los poetas al menos así lo pensamos-, son las fuentes del vivir consciente y pleno, el manantial de nuestro futuro: la poesía, la contemplación, la emoción, el pensamiento inspirado.

Luego, eso sí, está ese afán sistemático e investigador de Marina, igualmente ejemplar, pero que, por decirlo con sus mismas palabras, constituiría un "tema para otro artículo". Ahora lo que urgía era resaltar ese Marina cronista de la realidad esclarecida y esperanzada que este libro tan bien pone de relieve.