Ensayo

Historia General de América Latina, II...

Franklin Pease y Frank Moya Pons (Dirs.)

5 julio, 2000 02:00

UNESCO y Trotta. París/Madrid, 2000. 556 páginas, 5.000 pesetas

Como directores de este volumen, Franklin Pease y Frank Moya Pons han querido mostrar la complejidad de la formación de las sociedades coloniales subrayando las diversidades regionales y sociales. Una obra sin duda importante por su contenido y orientación

El segundo volumen de la Historia General de América Latina editado por la UNESCO confirma la calidad de la obra mostrada el año pasado cuando apareció el primer volumen. La historia que se narra ahora se centra en el período histórico que comienza con el encuentro entre las sociedades procedentes del Viejo y del Nuevo Con-
tinente y termina en el decenio de 1570, fecha en la que la primera etapa de la conquista dio paso a la fase de la colonización en la que la Corona recuperó el papel organizativo central perdido en los primeros momentos como resultado del fuerte protagonismo de los encomenderos. En los primeros capítulos reconocidos especialistas analizan la situación de la Península Ibérica en los momentos previos a los viajes colombinos (A. de Oliveira, F. Mauro, G. Céspedes), así como los criterios que presidieron la expansión (J. Ortega). Posteriormente, se narran los inicios de la organización colonial estableciendo las diferencias regionales (Caribe: F. Moya, A. Pérotin; México: M. A. Romero, I. A. del Río; Brasil: T. Navarro; Andes: F. Pease; y Cono Sur: A. M. Lorandi). Un capítulo sobre las dinámicas de las sociedades de la frontera (T. Saignes) completa esta parte.

En la segunda sección se estudian por separado las dinámicas de los distintos grupos sociales y los diferentes sectores económicos: la inmigración forzosa procedente del continente africano (J. Thornton), la extensión de las enfermedades procedentes del Viejo Mundo (N. D. Cook), la sociedad de los primeros momentos (J. Lockhart), el mestizaje (C. Esteva), la minería (C. Contreras), el comercio (L. M. Glave), la agricultura (R. Mellafe) y la alimentación (J. R. Lovera, R. Schaedel). A continuación, se realiza un análisis de la estructura política que definió las formas de poder (G. Lohmann) y una reflexión de las consecuencias de la evangelización y la colonización en las sociedades originarias (M. M. Marzal, J. P. Duviols).

La obra tiene un claro compromiso político. Ahora, finalizando el siglo XX, en el que la economía se ha globalizado y las comunicaciones nos han acercado más a unos y otros pueblos del planeta, se ha planteado el reto de la construcción de una sociedad que respete las diferencias culturales existentes. No por casualidad las preocupaciones más acuciantes son cómo construir sociedades multiculturales y pluriétnicas y cómo lograr que las minorías étnicas pervivan sin ser engullidas. El pensamiento único y el final de la historia han excitado a los más miopes, mientras que otros tratan de compaginar la imparable expansión de los mercados con la comprensión de la diversidad sociocultural. Unos hablan de lo inevitable del proceso. Otros reclaman que la defensa de la diversidad se debe realizar en el marco de la democracia. Mientras tanto, han comenzado a surgir por más lugares de los previstos diferentes grietas. Las guerras religiosas y los fundamentalismos étnicos han reaparecido cuando se pensaba que eran experiencias ya superadas. Las fronteras de los Estados-Nación se han comenzado a discutir. Las naciones sin Estado reclaman su protagonismo. Los Estados plurinacionales tratan de construir nuevos discursos legitimadores.

Paralelamente se han comenzado a producir procesos aparentemente contrapuestos. Partiendo del escenario de la globalización, se ha comenzado a hablar de la Comunidad Iberoamericana de Naciones (conjunto de sociedades de América Latina, España y Portugal) con una clara intención de construir una identidad común diferenciadora del mundo anglosajón, respetando ahora, a diferencia del discurso hispanista de mediados de siglo, la diversidad cultural. Al mismo tiempo, diferentes colectivos sociales han comenzado a reclamar un mayor protagonismo en la escena política. Lo que estamos comprendiendo ahora es que ambos procesos son compatibles y no tienen por qué ser contradictorios. Lo que es necesario es variar el discurso histórico legitimador de los Estados-Nación. A finales del siglo XX se ha comenzado a denunciar la invalidez de las historias nacionales centradas en la idea del mestizaje unificador. Cada grupo quiere recobrar su identidad propia y repudia la dolorosa cirugía unificadora utilizada por los discursos nacionalistas. Se plantea así que la historia de América Latina no debe ser la narración de los héroes que hicieron patria, ni la síntesis de los hechos acaecidos dentro de unas fronteras territoriales dadas. Si queremos construir sociedades incluyentes multiculturales en las que la norma básica sea el respeto mutuo es evidente que hay que comenzar a contar una historia plural en la que no haya excluidos y en la que se supriman las categorías etnocéntricas de cualquier signo.

El propósito general de la colección declarado en la introducción por el coordinador general (Germán Carrera) es reflejar la evolución y las influencias recíprocas de las distintas sociedades que conforman el mosaico americano con la intención de ayudar a poner las bases que faciliten la consolidación de sociedades plurales, pacíficas, en las que no sobre nadie ni se obligue a ningún grupo a realizar aculturaciones forzosas. Franklin Pease y Frank Moya Pons recogen bien este reto como directores de este volumen al declarar que el norte que ha dirigido sus pasos en la selección de autores y temas ha sido mostrar la complejidad de la formación de las sociedades coloniales subrayando las diversidades regionales y sociales. Una obra sin duda importante por su contenido y orientación.