Image: Comprender la globalización

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Ensayo

Comprender la globalización

Guillermo de la Dehesa

19 julio, 2000 02:00

La opinión del autor acerca de los efectos de la globalización sobre las economías atrasadas es optimista aunque condicionada a diferentes circunstancias, como la apertura comercial

Alianza Editorial. Madrid, 2000. 245 páginas, 2.500 pesetas

Cada problema es abordado con claridad y orden, exponiéndose las interpretaciones que ofrecen los economistas contemporáneos más autorizados. Cabe incluirlo, con justicia, entre los mejores libros de economía escritos en español en los últimos diez años

A la profusa utilización del término "globalización" corresponde una auténtica oleada de publicaciones recientes más o menos divulgativas. El libro de Guillermo de la Dehesa sobresale en este alud bibliográfico. En primer lugar, por su rigor científico. La cuestión de la mundialización es analizada desde diferentes ángulos: el crecimiento económico, la convergencia real y la distribución de la renta, el empleo y el mercado de trabajo, las grandes empresas, el Estado y la política, la relación entre las monedas y las finanzas internacionales, y la cultura. El libro acaba con un capítulo sobre España ante la globalización.

El libro está escrito en un lenguaje muy accesible. Cada problema es abordado con claridad y orden, exponiéndose brevemente las interpretaciones que ofrecen los economistas contemporáneos más autorizados. En realidad, el título del libro resulta modesto en relación con su contenido. Podía, perfectamente, haberse cambiado por La economía internacional de nuestro tiempo, ya que no hay cuestión relacionada con los vínculos económicos entre países, empresas, gobiernos e individuos que no se aborde con la suficiente atención en sus escasas doscientas y pico páginas. Por todo ello, cabe, con justicia, incluirlo entre los mejores libros de economía escritos en español en los últimos diez años.

La opinión del autor acerca de los efectos de la globalización sobre las economías atrasadas es optimista, aunque condicionada a diferentes circunstancias. La apertura comercial y la mayor libertad de movimientos de capitales, tecnología y trabajo contribuirán a la convergencia si progresa, a la vez, la difusión de los conocimientos. Ello requiere cambios en las pautas demográficas y también una serie de transformaciones institucionales. La dificultad del proceso es innegable y, de hecho, el desnivel de renta entre los países más ricos y los más pobres ha aumentado en los últimos cuarenta años, aunque existen unos cuantos países que han acortado diferencias respecto a los más avanzados y otros que se aproximan a dicho objetivo.

Cabe esperar, en todo caso, que el crecimiento económico evolucione en el mismo sentido que las entradas de capital y la liberalización de los mercados financieros. Existe también evidencia empírica de que, en los períodos de globalización, en los siglos XIX y XX, el crecimiento del Producto por persona ha sido mayor que en las épocas de proteccionismo.

Son argumentos razonables aquellos que vinculan el comercio internacional con la igualación paulatina del precio de los bienes y servicios, y también con la equiparación del precio de los factores de producción. Por otra parte, las importaciones de capital y de tecnología mejoran y enriquecen la dotación de recursos de los países atrasados y, con ello, la productividad general de las economías receptoras.

En los países más ricos surgen, con la internacionalización de la economía, diversos problemas, como la creciente desigualdad social o el paro sectorial. La deslocalización inherente a la movilidad de las empresas impone nuevos recortes al bienestar de quienes habitan en zonas de tradición industrial. Esta ingrata realidad se superpone a un fenómeno reciente: en los países de mayor nivel de renta, los salarios relativos crecen antes en los servicios -con un caudal de capacidades cada vez más refinado y amplio- que en la industria. En otro orden de cosas, el gasto público encuentra un límite infranqueable en las sociedades ricas, ante la necesidad de recortar el endeudamiento del Estado para sanear los mercados financieros. Ello obliga a una redefinición de las funciones políticas, cada vez más enfocadas hacia la educación, las infraestructuras, la salud y la eficiencia de las instituciones.

Pero los problemas más agudizados en los últimos años, y que afectan a ricos y pobres, son los de la globalización financiera y el contagio de las crisis. A esta cuestión dedica el autor el capítulo más largo del libro, en el que se debaten algunos argumentos de raigambre histórica: la necesidad de dotar de mayores medios a los organismos internacionales y la responsabilidad que tienen las autoridades monetarias norteamericanas de ejercer su liderazgo.

Sostiene De la Dehesa que la globalización es inevitable pero, además, puede ser beneficiosa. El capítulo sobre España ejemplificaba las ventajas que la apertura económica procuró a un país relativamente pobre hace medio siglo y también advierte acerca de los retos hoy planteados.

Guillermo de la Dehesa fue Secretario de Estado de Economía y Secretario de la Comisión Delegada para Asuntos Económicos en el segundo gobierno socialista, entre 1986 y 1988. Miembro del Consejo de Ministros para Economía y Finanzas de la Comunidad Económica Europea en ese mismo período, abandonó la política para incorporarse a la empresa privada. En la actualidad ejerce como Consejero Delegado de la Presidencia de Banco Pastor, es presidente del Consejo Superior de las Cámaras de Comercio de España y presidente del Instituto Internacional de Investigación Económica de Londres, del que era vicepresidente desde el año 1992