Image: Milenarismo vasco

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Ensayo

Milenarismo vasco

Juan Aranzadi

26 julio, 2000 02:00

Si la parte relacionada con la historia de las religiones es lamentable, no sería justo decir lo mismo de aquellas partes del libro relacionadas con la historia vasca. En la imagen, detalle del "Guernica" de Picasso

Taurus. Madrid, 2000. 583 páginas, 3.200 pesetas

De lectura nada fácil, es una obra que va ganando a medida que se avanza por sus páginas. Si se hubieran suprimido los capítulos relacionados con la historia de las religiones se podría calificar de difícil, quizá discutible en algunos aspectos pero notable en su conjunto

La reciente evolución de la situación política en las Vascongadas ha tenido repercusión en el mundo editorial. No resulta un fenómeno nuevo pero sí es verdad que contiene algunas novedades interesantes. La primera es que más que nunca el nacionalismo vasco parece irse distanciando de lo considerado políticamente correcto. La segunda es la profusión de títulos que no siempre gozan de una calidad mínima. Estas dos circunstancias han tenido como consecuencia la reedición de algunas obras que ahora parece oportuno recuperar. Tal es el caso de Milenarismo vasco de Juan Aranzadi, una obra publicada hace ahora 21 años y que ahora se reedita con escasas variaciones y un par de adendas.

La obra de Aranzadi -que intenta explicar la doctrina del nacionalismo vasco desde una óptica milenarista- resulta acentuadamente desigual. De entrada, los capítulos dedicados a explicar el milenarismo como fenómeno histórico acumulan repetidas muestras de un desconocimiento palmario de las fuentes relativas a la historia de las religiones así como de las publicaciones especializadas de las últimas décadas. Los ejemplos al respecto son abundantes.

Sostener, por ejemplo, que "San Pablo suprime del cristianismo… el rechazo del mundo y la esperanza en la Parusía" constituye un disparate siquiera porque el apóstol de los gentiles impregnó de la doctrina de la Parusía sus cartas a los Tesalonicenses y volvió a insistir en ella en las epístolas a los Corintios. En cuanto al supuesto rechazo del mundo, basta leer la contraposición entre el Espíritu en la carne que aparece en el capítulo quinto de la carta a los Gálatas para percatarse de lo insostenible de esa afirmación.

Aún más inaceptable es defender la idea de que la comunidad de Jerusalén contempló la crucifixión de Jesús como un fracaso que intentó ocultar afirmando la fe en la resurrección y "recurriendo a una doctrina de la salvación en dos etapas". La primera afirmación ha sido desmentida hace años por autores judíos como David Flusser o Pinchas Lapide y la segunda demuestra un desconocimiento de los precedentes judíos de la doctrina del mesías muerto, ascendido y regresado que aparecen reflejados, por ejemplo, en el Midrash Rabbah sobre Lamentaciones o sobre Rut. Asimismo el autor parece ignorar algo tan elemental como que la muerte del mesías no sólo aparecía recogida en pasajes veterotestamentarios sino en escritos rabínicos.

También muy deficiente es el material relativo al milenarismo medieval donde se omiten referencias a movimientos esenciales como los taboritas o los hermanos checos. No mejores son las referencias a la Reforma radical que prácticamente queda identificada con Tomás Mönzer y omite a sus protagonistas principales como Menno Simons, Hutter o Hans Denck. Sin embargo, si la parte relacionada con la historia de las religiones es lamentable, no sería justo decir lo mismo de aquellas porciones del libro relacionadas con la historia vasca. Aquí, las tesis del autor pueden aceptarse o no pero están expuestas con una solidez notable. Merece la pena leer con atención los capítulos referentes la reconstrucción de la Prehistoria vasca, a las supuestas supervivencias del paganismo en el seno de la sociedad vasca, a la mitología foral moderna o al mito de la raza vasca porque aportan datos, pretenden analizar con objetividad y no dejan de resultar sugerentes. La inclusión dentro de ese bloque de la obra del capítulo sobre el catolicismo vasco como religión étnica podrá o no ser plato de gusto para muchos pero es oportuna y puede ser cañamazo de estudios ulteriores en una cuestión esencial para comprender el nacimiento y desarrollo posterior del nacionalismo vasco. Finalmente, el último capítulo de la obra dedicado a Etnicidad y nativismo en el País Vasco posiblemente constituya lo mejor del libro. Es bien dudoso -desde luego, el autor dista mucho de fundamentarlo de manera convicente- que la etnicidad vasca surgiera en el siglo XVI en lugar de en el XIX como en su día señaló, entre otros, M. Escudero. Sin embargo, la caracterización que Jáuregui hace del nacionalismo sabiniano en sus inicios "más (como) un movimiento social-profético que propiamente político" es sustancialmente acertada como también lo es el indicar que el hecho de que la entrada de los fueristas euskalerriacos en el PNV dejó "intacto el núcleo de la ortodoxia aranista" preservando "la contraposición étnica religioso-racista y su fundamentación en la mitología tradicional". Igualmente digna de mención es la tesis de que el movimiento nacionalista es más que un partido político, un movimiento social, la comunidad nacionalista que pretende la restauración de la antigua comunidad vasca. En ese sentido, cuesta trabajo rechazar la conclusión final de Jáuregui de que "el movimiento nacionalista vasco es una reacción nativista frente a la quiebra de una previa contraposición étnica cuya función no era preservar diferencias ‘culturales’ objetivas, sino constituirlas". Libro de lectura nada fácil y discutible orden, Milenarismo vasco es una obra que va ganando a medida que se avanza por las breñas de sus páginas. Si hubiera suprimido de ella el autor los capítulos -muy desdichados en general- relacionados con la historia de las religiones se podría calificar de difícil, quizá discutible en algunos aspectos pero notable en su conjunto. La inclusión abre los flancos a un ataque de la totalidad de la obra y desequilibra lamentablemente la calidad de su contenido.