Image: Geo-filosofía de Europa

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Ensayo

Geo-filosofía de Europa

Massimo Cacciari

30 mayo, 2001 02:00

Trad. de D. Sánchez Meca. Aldebarán, 2001. 206 págs. 2.200 ptas. El dios que baila. Trad. de V. Gallo. Paidós, 2001. 168 págs., 1.950 ptas

Analizando la tensión entre impulsos disgregadores e integradores que hoy, en el umbral de su unificación política y económica, experimenta Europa, Cacciari remonta su origen a la peculiar relación de amor y conflicto con Asia establecida por nuestro continente desde sus inicios helénicos

El desencanto por la política registra modalidades muy diversas. En el mejor de los casos, puede servir de revulsivo para que los ciudadanos ensayen nuevas alternativas en su legítima aspiración a una mayor libertad e igualdad. En ocasiones, sin embargo, se contagia de actitudes de desprecio hacia la forma misma de lo político tal como es cultivada por las sociedades modernas, de manera que los males en democracia se convierten en razón suficiente para impugnarla. Conviene entonces aparcar revoluciones pendientes y ponerse de acuerdo en responder a amenazas como las del neofascismo etnicista, que hoy vuelven a estar a la orden del día en Europa.
Por fortuna, no todo se reduce a los resortes instintivos de defensa de gran parte de la ciudadanía. Hay actitudes de heroísmo cívico -así la de un Savater- que ni el más impenitente ayuda de cámara podría obviar. En general, el libre ejercicio del pensamiento hace concebir esperanzas en un rearme crítico de la sociedad. Por lo que toca al ámbito filosófico, lo confirman ejemplos como las oportunas reflexiones sobre la dimensión cívica de nuestra existencia fronteriza desplegadas por E.Trías en su libro de próxima aparición, Ciudad sobre ciudad; como las intervenciones de Sánchez Meca o J. Quesada, entre otros, en unas jornadas sobre literatura y política recientemente celebradas en Málaga; o como la propuesta de una comunidad europea inspirada en una ética de la solidaridad formulada por Cacciari en Geo-filosofía de Europa.

Cacciari, profesor de Estética y alcalde de la ciudad de Venecia, inició su andadura teórica con un examen de la crisis de fundamentos vivida por la cultura del siglo XX, tematizada luego en dos líneas de atención: una que recorre el camino del arte contemporáneo desde la modernidad estética hasta la configuración de un nuevo clasicismo, según expone en su reciente recopilación de ensayos, El dios que baila; y otra que combina meditación metafísica y política, y a la que pertenece esta Geo-filosofía. Analizando ahí la tensión entre impulsos disgregadores e integradores que hoy experimenta Europa, Cacciari remonta su origen a la peculiar relación de amor y conflicto con Asia establecida por nuestro continente desde sus inicios helénicos. Una relación paradójica, donde, a la vez que se establece una demarcación geopolítica, se genera un vínculo ético entre las figuras del huésped y el extranjero que ya no abandonará al incierto destino de Europa, "siempre oscilante entre [...] Oriente y Occidente, ley y desarraigo". De esta forma, la situación europea actual, que parece evidenciar que su unidad no reside sino en una aguda conciencia de crisis, es reinterpretada por Cacciari en un sentido positivo: no se trata sólo de que su identidad resulte del reconocimiento de diferencias, sino de que la tensión entre hospitalidad y extranjería es insoluble, en la misma medida en que dicha unidad supone un constructo donde ambos elementos se entremezclan.

Así, aunque Cacciari, obviando una elaboración más concienzuda de la especificidad del elemento político moderno, acude al auxilio del mito platónico del Fedro o al apoyo en ciertas consideraciones del inquietante Carl Schmitt sobre la crisis de legitimidad del Estado, no lo hace para proponer otro retorno romántico más a un origen inmaculado; sino para ilustrarnos sobre la arbitrariedad de pensar cualquier hechizo de conciliación entre los extremos en conflicto. Al contrario: lo que nos enseña la figuración platónica del alma es "que la paideia es agon", esto es, que no hay educación, cultura ni democracia sin asunción del antagonismo en su carácter de constitutivo esencial. Esbozo de una idea de comunidad cuyo fondo común no es otro que el contraste plural entre diferentes y donde, más que la tolerancia, impera la solidaridad entre quienes saben de su propia extranjería. Este libro supone, pues, un conveniente recordatorio de que, en sus mejores momentos, Europa ha sido una conjetura de paz con lo diverso, antes que una cerrazón de fronteras.