Image: Alfonso XIII: el rey polémico

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Ensayo

Alfonso XIII: el rey polémico

Javier Tusell y Genoveva G.Queipo de Llano

2 enero, 2002 01:00

Retrato de Alfonso XIII, obra de Joaquín Sorolla

Taurus. Madrid, 2001. 700 páginas, 3.450 pesetas

La serie de aniversarios relacionados con la Monarquía, que se inició el año 2000 con el tercer centenario del comienzo de la dinastía reinante, tendrá una nueva fecha de referencia este año que comienza, que será el del centenario del reinado de Alfonso XIII (1886-1941), que ascendió al trono en mayo de 1902. Aunque parece que se ha desistido de organizar una exposición oficial que evoque al personaje y su reinado, era previsible que aparecieran una serie de libros sobre el monarca y no tiene nada de extraño que uno de los primeros traiga la firma de Javier Tusell que es un profundo conocedor del periodo, desde su tesis doctoral sobre la vida política andaluza en aquellos años hasta los dos grandes volúmenes de síntesis sobre el reinado que publicó hace cinco años en compañía de Carlos Seco Serrano, al que va dedicado este libro.

El volumen viene también firmado por la mujer de Javier Tusell, Genoveva García Queipo de Llano, que ha colaborado en otras ocasiones con su marido en trabajos de sociología electoral, de relaciones diplomáticas y de la presencia de los católicos en la política española, además de desarrollar una brillante investigación personal sobre la presencia de los intelectuales en la vida política antes de la guerra civil española.

La biografía de Alfonso XIII, que ahora nos ofrecen, responde adecuadamente a ambas trayectorias y está asentada sobre el manejo masivo de documentación original y de una amplísima publicística, tanto de testimonios de la época y de sus protagonistas como de los estudios históricos posteriores, de acuerdo con la forma habitual de trabajo de Tusell que es tal vez el contemporaneísta que ha visto más archivos, dentro y fuera de España, sobre los últimos ciento veinticinco años de nuestra historia y los ha vertido sobre tantas publicaciones que hasta comete algún error cuando se cita a sí mismo, privilegio que, desde luego, está al alcance de muy pocos.

Los autores han querido abrir su estudio con una reflexión sobre las monarquías europeas, que les permite situar a la española en el marco de unas sociedades en las que los procesos de modernización y la afirmación de regímenes democráticos estuvieron sometidos a frecuentes sobresaltos y exigieron de los respectivos monarcas unos tipos de comportamientos -a medio camino entre el puro intervencionismo y el respeto inhibicionista a la independencia de los poderes políticos- que ayudaría a situar de una manera más comprensible la actuación del monarca español.

También se hace, con el mismo objetivo, un largo exordio sobre la tradición constitucional española desde los comienzos del reinado de Isabel II y una advertencia sobre la mala fama historiográfica de Alfonso XIII, que no se empezaría a modificar hasta los trabajos de Pabón y Seco.

Entre tantas cautelas y referencias conceptuales, el personaje se nos escurre entre bastidores y, tal como se nos advierte con una curiosa imagen en la que se compara a los reyes con los vampiros de las películas de terror -porque no se reflejan en los espejos, según nos cuentan los autores-, también la imagen de Alfonso XIII se difumina en muchas páginas del libro y lo que tendría que haber sido una biografía del rey se transforma en una historia política del reinado. La infancia y la adolescencia de Alfonso de Borbón (1886-1902) se ve sustituida por la historia política del periodo, mientras que los diez años finales del monarca se resuelven en menos de cuarenta páginas de este extenso volumen de más de setecientas.

No se trata, en cualquier caso, de una pura cuestión estadística sobre distribución de contenidos, sino de la plasmación del viejo dicho de que los árboles no dejan ver el bosque. Y, aquí, los árboles son los documentos, que se aportan en grandes cantidades aunque sean, en algunas ocasiones, de interés muy circunstancial. Apenas hay crisis de gobierno en la que no se nos cuente lo que opinaban el embajador francés y el británico, como si esas fueran siempre instancias decisivas de opinión, o las extravagantes opiniones ultramontanas de unos nuncios sobre los que el propio monarca pensaba que lo más conveniente sería reexpedirlos directamente a Roma. Sólo en contadas excepciones, como en las confidencias del rey al embajador francés antes de la crisis de febrero de 1910, esos testimonios nos permiten profundizar en la verdadera personalidad del biografiado.

Pocos géneros históricos hay mejores que la biografía para recuperar la calidad narrativa que muchas personas reclaman de los libros de historia y eso exige una especial atención al estilo literario -que es claridad de exposición- y a la capacidad de profundizar en los personajes. El cuidado de estos aspectos habría convertido a este libro, que nos parece ya una importantísima aportación a la historia política de la España de la Restauración, en una biografía de Alfonso XIII que estuviese a la altura de la rotundidad del aniversario y de lo que cabía esperar de la brillante trayectoria de sus autores.