Image: Historia intelectual del siglo XX

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Ensayo

Historia intelectual del siglo XX

Peter Watson

17 abril, 2002 02:00

Peter Watson

Trad. David León Gómez. Crítica. Barcelona, 2002. 965 páginas, 40 euros

Peter Watson es un periodista británico con la osadía de los descubridores ingleses del siglo XIX. Nacido en Birminghan en 1943, su ocupación actual es promocionar este libro por todo el mundo y trabajar, como investigador asociado, en el McDonald Institute for Archeological Research de la Universidad de Cambridge.

Sin que se le conozca un pasado acreditado de historiador o de académico solvente, emprendió un viaje lleno de riesgos y trampas de todo tipo: desmenuzar, ordenar y clasificar el pensamiento del siglo XX. El único salvavidas que se ha permitido ha sido no entrar ni en política ni en guerras. Estamos por tanto ante una empresa ciclópea, nada más y nada menos que darle un repaso al pasado siglo desde la creación artística hasta la científica. Watson ha organizado el material de un modo cronológico a partir de la publicación en el año 1900 de La interpretación de los sueños de Sigmund Freud, texto que marca el comienzo del psicoanálisis. A partir de ahí y a lo largo de casi mil páginas de apretadas líneas va trazando la fantástica aventura del pensamiento y las ideas del siglo anterior. Para ello se sirve de una excelente documentación y de un estilo narrativo muy fluido para ir encadenando acontecimientos, personajes e ideas.

En 1900, el Reino Unido era la nación más poderosa de la Tierra y Max Planck tenía cuarenta y dos años; era el prototipo del científico alemán de cultura humanista y musical. En ese año descubría unos "paquetes de energía" en los electrones a los que denominó cuantos. Era el principio de la física cuántica, el fin de la mecánica newtoniana y el primer resplandor del gigantesco avance científico que es para Watson lo más característico del siglo XX.

Diez años más tarde, en 1910, un profesor de la Universidad de Columbia, en Nueva York, llamado T. H. Morgan descubre, trabajando con moscas, la herramienta a partir de la cual, con los avances científicos y el paso de los años se ha llegado a duplicar seres vivos, como ha sucedido con Dolly, la oveja clonada hace unos años. Dicha herramienta son los cromosomas y la teoría genética. Como escribe Watson, el gen resultó ser una partícula fundamental de mayor peso que el electrón o el átomo, ya que estaba ligado a la humanidad de forma más directa.

En plena II Guerra Mundial, Beveridge, un aristócrata inglés formado en Balliol, uno de los mejores colleges de Oxford, sienta las bases del estado del bienestar. Es en 1941 cuando publica Consideraciones generales acerca del estado de bienestar. En dicho texto señala la necesidad de organizar un sistema que permita, entre otras prestaciones, una sanidad pública y de calidad, desgravaciones por hijos y subsidio de desempleo. El dinero y los recursos para montar lo que desde entonces se conoce como el estado del bienestar debían, en opinión de Beveridge, proceder del individuo, el empresario y el estado.

Para Watson los tres grandes ejes de pensamiento que marcan el siglo XX están conformados por el desarrollo del psicoanálisis a partir de la idea del inconsciente de Freud, de la física cuántica desde el quantum de Planck y, en tercer lugar, por el descubrimiento del gen como origen de la genética. Estas tres grandes innovaciones en la historia de la humanidad cuajan y se desarrollan gracias, en primer lugar, al desarrollo del capitalismo y del estado del bienestar y, en segundo lugar, debido a la consolidación de la ciencia como explicación del mundo y de sus misterios, más allá de cualquier tipo de religión o hecho religioso.

Aunque lo que acabamos de señalar sea esencial en la visión de Watson sobre el siglo pasado, conviene dejar claro que su libro tiene mayor complejidad, es una catarata de información. Recorre el siglo a base de datos tomados de biografías de pintores, músicos, escritores, economistas o cualquier otro personaje con tal de que no sea ni político ni militar. Lo mismo hace con obras de arte o con los libros. Por desgracia eso hace que tan pronto pasa de Leni Riefenstahl a Albert Einstein como de Maya Angelou a Keynes o Thomas Mann. De alguna manera, a esta cantidad gigante de información, aunque presentada de forma amena, se le saltan las costuras en más de una ocasión, como cuando Watson escribe que T.S. Eliot, Joyce y Adolf Hitler, tan diferentes en muchos sentidos, tenían una cosa en común, su amor al mundo clásico. Todo ello hace, no obstante, que este volumen tenga otra utilidad añadida, la de ser leído y utilizado como una enciclopedia de las ideas del siglo XX.

Al lector latino le conviene saber que para Watson el lado bueno del siglo XX está hecho por anglosajones y alemanes anteriores a Hitler. Sus cientos, miles de notas están todas en inglés. Watson es un monóglota convencido de su primacía. ¿Tendrá razón?