Image: El erotómano

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Ensayo

El erotómano

Ian Gibson

31 julio, 2002 02:00

Ian Gibson

Trad. Luis Murillo Fort. Ediciones B. Barcelona, 2002. 345 págs, 19’50 euros

Si alguna vez puede decirse de un libro (como virtud) que es a ratos aburrido, tal es el caso de El erotómano, del historiador de la literatura y de la intimidad, nuestro bien conocido Ian Gibson, que aparte su notoria faceta como lorquista e hispanista, se ha lanzado un par de veces -la primera fue con El vicio inglés de 1978- a estudiar los recovecos del puritanismo victoriano, al que no duda en calificar de "ultradelicado e hipergazmoño".

El erotónamo narra la vida simple de un victoriano arquetípico, Henry Spencer Ashbee (1834-1900) rico hombre de negocios que dedicaba sus ocios a la erudición bibliográfica y a coleccionar libros prohibidos por su contenido erótico. Con el pseudónimo latino de Pisanus Fraxi (en pis-anus podría verse ya uno de estos dobles sentidos típicos de la secta erotómana) publicó tres famosas bibliografías comentadas de libros secretos, que hoy son un verdadero tesoro: Index Librorum Prohibitorum de 1877, Centuria Librorum Absconditorum en 1879; y Catena Librorum Tacendorum en 1855. Si a esto añadimos (ya con su nombre) un libro de viajes por Tunicia y una Iconografía de Don Quijote en 1895 hemos enumerado cuanto se debe a este erudito pornográfico, que llevó una normalísima vida hiperburguesa, con mujer e hijos, hasta que esta le abandonó a los 60 años al saber que el recto padre de familia tenía otra familia paralela con una señora Montauban, a cuyos hijos benefició en su testamento.

Lo mejor del minucioso libro de Gibson: su seguimiento del parco diario del autor y el análisis de los libros bibliográficos y de los móviles de ese hipermoralismo victoriano, que convirtió a Inglaterra en el país más casto y ridículo moralmente de Europa, al tiempo que cundía la pornografía y sobre todo la flagelomanía -el vicio inglés- que Gibson escruta de nuevo y al que supone que nuestro Ashbee fuese adicto, dada su predilección por los libros que tratan el tema. Lo mejor, la segunda parte. Gibson expone sus razones para suponer que el respetable Ashbee (amigo de Swinburne, del capitán Burton y de Pascual de Gayangos) fuese el anónimo autor de la célebre autobiografía anónima My secret life, publicada en Amsterdam, entre 1888 y 1894 (parcialmente traducida al español), una de las grandes autobiografías eróticas del victorianismo. Si Ashbee fuese el autor de My secret life -como cree Gibson- ya no estaríamos ante un erotólogo, sino ante otro moderno Casanova que también dominaba la escritura.