Image: En torno al humanismo

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Ensayo

En torno al humanismo

Félix Duque

14 noviembre, 2002 01:00

Félix Duque. Foto: Mercedes Rodríguez

Tecnos. Madrid, 2002. 184 páginas, 12 euros

Mientras se anuncia el advenimiento de nuevas eras de la información, economías globalizadas y segundas modernidades, ahí siguen los filósofos, dándole vueltas a lo mismo. Cada cierto tiempo le cambian el nombre y, así, lo que se conocía como debate de la postmodernidad vuelve a plantearse como cuestión del fin del humanismo.

Claro que a poco que uno ahonda en los textos de un genuino pensador, descubre que insistir en esos asuntos aparentemente trillados resulta indispensable para comprender mejor los supuestos que operan en nuestras descripciones cotidianas del mundo, así como la perplejidad que se esconde tras la jerga con que consignamos sus mutaciones. Esto es lo que logra magistralmente Félix Duque en su último libro.

Haciéndonos reparar en la estrecha relación que une problemas relativos al lenguaje, la historia, la política o la bioética bajo un mismo campo semántico -el de "generación" (pues de genealogías y géneros, de gentes y genes se trata aquí)- Duque redimensiona la pregunta por el humanismo suscitada por Heidegger al término de la Segunda Guerra Mundial y retomada por Sloterdijk en 1999 en su polémica conferencia Normas para el parque humano. Con ambos comparte motivos para desconfiar de que el modelo humanista antropocéntrico sea un remedio eficaz contra la barbarie: habría sido la peraltación moderna del sujeto como centro autónomo, donador de sentido a las cosas, la que habría propiciado la reducción del individuo a pieza de un dispositivo de poder, sacrificable en nombre de una abstracta "Humanidad". Duque acierta así a subrayar el valor crítico de la tesis heideggeriana de que la esencia del hombre es algo más esencial y originario, indefinido y enigmático que lo representado en su definición habitual como sujeto o animal racional. Pero elude la tentación conservadora de Heidegger, quien al caracterizar entonces al hombre como "pastor del ser" y guarda de su insondabilidad, tiende a convertirlo en conductor de otros hombres, recayendo en esquemas premodernos de concordancia de siervos y señores bajo una única voluntad.

Tras estas consideraciones introductorias y un primoroso análisis de la idea heideggeriana de las tonalidades afectivas como ámbito básico de apertura al mundo, Duque dedica un capítulo de transición a exponer la forma en que Gadamer resuelve el problema del dominio de unos hombres sobre otros: el inasible ser heideggeriano, de horizonte difuso, se convierte en fusiva tradición histórica de textos que nunca agotan la dicción de lo real, de manera que el hombre, de pastor del ser, deviene traductor de mensajes del pasado, sin que nadie tenga un acceso privilegiado al verdadero sentido de lo transmitido. De este modo algo beatífico desaparecería (al menos idealmente) para Gadamer el problema del liderazgo.

Pero éste resurge con virulencia en una época en que dicho modelo de humanismo epistolar fenece ante la irrupción de nuevos vínculos telecomunicativos. De Sloterdijk, notario de este horizonte posthumanista y ambiguo heraldo de otro modo posible de domesticar a la bestia humana (la tecnología genética), se ocupa el tercer capítulo, el más ensayístico y de mayor brío polémico, donde Duque confronta su propia concepción de la técnica con la del pensador mediático de Karlsruhe, para mostrar cómo la visión sloterdijkniana del hombre como transductor de la voz del ser en signos electrónicos y transformador de realidades recae en los mismos vicios metafísicos del viejo humanismo. A la postre, nos recuerda este libro impecable de abrupto final, tras los sueños de pureza vía manipulación genética sigue latiendo la huella extraña de nuestra pertenencia a la finitud y la tierra.