Image: Garcilaso, poeta del amor, caballero de la guerra

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Ensayo

Garcilaso, poeta del amor, caballero de la guerra

Mª Carmen Vaquero Serrano

6 marzo, 2003 01:00

Garcilaso

Espasa. Madrid, 2002. 355 páginas, 21 euros

La figura de Garcilaso es, sin duda, uno de los mitos fundamentales de nuestra historia literaria. Su perfil, cubierto de adherencias fantásticas, ha llegado a ser un estereotipo de rasgos ampliamente cuestionables, aunque, paradójicamente, incuestionados.

Teníamos, desde luego, a su respecto estudios más o menos relevantes: E. Fernández de Navarrete (1850), Marqués de Laurencín (1915), H. Keniston (1922), A. Gallego Morell (1976), M. Calvo (1992), amén de otros trabajos parciales. últimamente, sin embargo, la diligencia de Mª Carmen Vaquero ha sometido el tema a una severa revisión histórica, ofreciéndonos un retrato del poeta creíble y humanizado. Fruto de sus esfuerzos y com- pendio de sus investigaciones parciales (1996, 1998, 1999, 2001...) es el libro que hoy reseñamos, que puede considerarse la biografía más completa, sistemática, y renovadora de cuantas conocemos.

Sus páginas abarcan la totalidad de la vida del toledano: rasgos biográficos, perfil moral e intelectual, actividades políticas, humanísticas y bélicas. Aprovechando materiales ya conocidos, y añadiendo otros utilizados por primera vez por ella misma, sobre todo los archivos de J. L. Pérez de Ayala, Conde de Cedillo, el libro es un modelo de biografía científica. La sólida documentación en que se basa está subsumida en el propio texto, que carece de notas a pie de página, aunque ofrece una bibliografía y unos índices que las suplen. La capacidad de observación de la biógrafa tiene en cuenta los detalles más nimios: sirva de ejemplo la explicación de por qué manda el poeta en su testamento que se digan en sufragio de su alma treinta misas a San Jerónimo. Creo, sin embargo -y es un reparo mínimo- que no acierta al iniciar el libro con un breve diálogo casi novelístico, lo que parece impropio de un estudio tan riguroso como éste.

Lo que podríamos llamar "material objetivo sobre Garcilaso" aparece exhaustivamente en esta biografía. Desde el nacimiento a la muerte del poeta, se puntualizan sus travesuras juveniles, servicios al Emperador, amistades, entrega a la milicia y personalidad. Sabemos que no alcanzó el magisterio de J. Marineo Sículo, P. Mártir de Anghiera ni A. Giraldi, sino que tuvo por maestros a un dominico ilustrado, al Led, Pedro de la Peña y a J. Gaitán. Se formó en el círculo noble que rodeaba a Carlos V, quien lo colmó de distinciones. Hacia 1533 trató en Nápoles a A. Telesio, L. Tansillo, A. S. Minturno, B. Tasso, etc. Todo ello completa una figura de exquisita preparación intelectual e ideas abiertas, modernas y transigentes. Con sensibilidad muy femenina, la biógrafa dice que Garcilaso, a sus 25 años, era "galante, buen músico, con don de palabra y, ¿por qué no? guapo". En resumen, la encarnación del ideal del Cortesano publicado por B. Castiglione en 1528, y traducido por J. Boscán en 1534.

Pero la parte más renovadora del libro de la profesora Vaquero es la referente a la peripecia erótica del poeta. ésta se inicia con sus relaciones casi adolescentes con Dª Guiomar Carrillo. En una escritura de donación de 1537, ya muerto el poeta (archivo del Conde de Cedillo), la dama afirma: "Yo tuve amistad del muy magnífico caballero Garcilaso de la Vega... Entre mí y el dicho Garcilaso hubo amistad y cópula carnal mucho tiempo, de la cual cópula yo me empreñé del dicho señor Garcilaso, y parí a don Lorenzo Suárez de Figueroa, hijo del dicho señor Garcilaso y mío, siendo asimismo el dicho señor Garcilaso hombre mancebo y suelto, sin ser desposado ni casado al dicho tiempo y sazón". A partir de este momento, el vate inicia una cadena de amores que hace añicos su perfil de fiel enamorado de una dama única.

Nadie como Mª Carmen Vaquero ha puntualizado esta cadena erótica. Dª Guiomar, a la que Garcilaso había dado palabra de matrimonio, acaba siendo abandonada. Y es que, al volver a España Dª Leonor de Austria (1522), el poeta había entablado relaciones con una dama de su séquito, Dª Elena de Zúñiga, que dos años más tarde sería su esposa. Ello no le impide en 1524 vivir una aventura erótica con una lugareña llamada Elbira, sentirse subyugado desde 1530 por el amor de su cuñada Beatriz de Sa, o abrarsarse en Nápoles en 1533 en una pasión turbulenta. Todo acaba en 1536, cuando el poeta es muerto en la campaña de Provenza, junto a la torre de Le Muy. Con buen criterio, la investigadora refiere el hecho según lo relata M. García Cereceda. Es posible que le asistiera, en sus últimos momentos, el Marqués de Lombay (S. Francisco de Borja). Para el detalle de este final, recomiendo el relato de J. E. Nieremberg en su biografía del santo (1644).

En el séquito de Dª Leonor de Austria llegó a España una tal Isabel Freire, esposa de Antonio de Fonseca. Según la investigadora, sólo un cúmulo de errores explica que ésta haya sido erigida en la musa del vate toledano. En 1537, F. Sa de Miranda identifica a Nemoroso con Garcilaso. En 1574, el Brocense, el Brocense dice que aquél es Boscán -y Elisa, Isabel Freire-. F. de Herrera, en 1580, lo reafirma, pero añade que el pastor que la amó no fue Boscán, sino el esposo de la dama, D. Antonio de Fonseca. Por último, ya a mediados del XVII, M. Faría y Sousa reitera que Isabel Freire es Elisa, pero que Salicio y Nemoroso personifican a la vez a Garcilaso y Boscán. Para la investigadora, hay que borrar a la Freire de la biografía humana y poética del toledano, sustituyéndola por doña Beatriz de Sa, segundo mujer de su hermano D. Pedro. "Creo -concluye Vaquero- que fue ella la dama portuguesa de quien realmente, con un amor prohibido e imposible, se enamoró el poeta Garcilaso". "No nos engañemos -resume -, las poesías de nuestro protagonista reflejan un profundo fracaso sentimental".