Image: Vituperio (y algún elogio) de la errata

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Ensayo

Vituperio (y algún elogio) de la errata

José Esteban

8 mayo, 2003 02:00

José Esteban. Foto: M.R.

Renacimiento. Sevilla, 2002. 84 páginas, 9 euros

Aunque con algún retraso, conviene dar cuenta de este curioso libro de José Esteban dedicado a la errata tipográfica, ese "microbio de origen desconocido y de picadura irreparable", como lo definió Gómez de la Serna, que ha afligido a miles de autores y correctores del mundo.

Este librito, único existente hasta ahora en la bibliografía española sobre el asunto, recoge centenares de erratas de todo tipo en libros y periódicos que dan fe de la extensión del fenómeno y, además, producen con frecuencia la carcajada del lector. Hay erratas hasta en los catálogos de librería que afectan a los títulos de las obras: La sonata de Kreutzer, de Tolstoi, se convierte en La sotana de Kreutzer; a Dumas se le asigna La dama de las camellas; un conocido drama histórico es La expulsión de los mariscos. Como se recuerda en estas páginas, Baroja hizo notar que en la clásica enciclopedia Espasa su novela La feria de los discretos aparecía como La feria de los desiertos. Se podría añadir, aunque Esteban no lo consigna, que la citada y monumental enciclopedia es, en su versión primera, un generoso receptáculo de erratas, como aquélla, tan celebrada, que señala como lugar de nacimiento de San Juan de la Cruz Fuenterrabía en lugar de Fontineros.

La errata puede hacer que alguien evoque el ejemplo de "los mastines del Japón" (en realidad, "los mártires") o que se hable del "libro de Pitágoras" de un buque para designar el libro de bitácora, o que la ternura de una dama con su esposo se traduzca en "miradas de apasionada ternera". Al gran polígrafo mexicano Alfonso Reyes le publicaron en cierta ocasión un libro de poemas tan repleto de erratas descomunales que, como el propio autor recuerda, García Calderón escribió en su reseña: "Nuestro amigo Reyes acaba de publicar un libro de erratas acompañado de algunos versos". La persistencia de la errata hizo nacer desde muy pronto la costumbre de añadir al libro una fe de erratas, que para Reyes constituía "verdadera confesión de parte y oprobio sobre oprobio". La más antigua fe de erratas aparece en un libro de Juvenal impreso en Venecia en 1478, y ocupa dos páginas. Un siglo más tarde, exactamente, una edición de la Suma Teológica se presentaba con una fe de erratas de ciento once páginas. No es de extrañar que, en la lucha contra las erratas, muchos personajes ilustres y cultos colaborasen como correctores con ciertas editoriales, como hicieron Erasmo, Shakespeare, Servet, Michelet o Leopardi.

Curioso e instructivo libro, que ni siquiera omite el raro soneto con estrambote de Alfonso Sastre sobre la errata. Hay otro poema no menos excelente de Jesús Lizano que podría haberse añadido. Pero la posible antología poética sobre la errata es ya otra historia.