Image: Los Huston

Image: Los Huston

Ensayo

Los Huston

Lawrence Grosbel

15 mayo, 2003 02:00

John Huston. Foto: A.R.F.

Trad. D. Santos. T&B Editores. 830 págs, 27 euros

Frente a quienes consideran a John Huston un mero adaptador de obras literarias, este libro apuesta desde el primer momento por defender la originalidad y el talento creador de este cineasta que, antes de dedicarse al séptimo arte, sintió la vocación de la pintura e inició una prometedora carrera literaria.

Fue su talento literario, precisamente, el que le permitió la entrada en el mundo del cine como guionista: una intervención, al parecer decisiva (aunque el libro no la detalla), en el complicado guión de Jezabel. Poco después, en 1941, una adaptación suya de El halcón maltés, la novela de Dashiell Hammet, le depararía su primera oportunidad de dirigir. Ya en esta película quedaron definidas algunas de las características del cine de Huston: la precisión y originalidad de cada plano, su ojo pictórico para el encuadre, su atención a los diálogos (el libro menciona su curiosa costumbre de cerrar los ojos en ciertos momentos del rodaje, para oír a los actores), o su característico interés por situaciones en las que un grupo heterogéneo de personas se une para afrontar un empeño más o menos descabellado.

Este retrato del cineasta Huston, sin embargo, no es más que la tabla central de un retablo enmarcado por sendos retratos del padre del cineasta, el actor Walter Huston, y el de la hija de John, la actriz y directora Anjelica Huston. También de ellos queda en el lector una impresión nítida: Walter, como una de las más respetables figuras del teatro y del cine de su tiempo, amigo de presidentes y encarnación de esa dignidad artística que la farándula cinematográfica reclamaba para sí; y Anjelica, como jovencita culta y sofisticada, destilación del cosmopolitismo y la vocación europea de su padre. Los dos, Walter y Anjelica, tuvieron su gran momento como actores bajo la dirección de John: Walter, interpretando la danza triunfal del decrépito buscador de oro de El tesoro de Sierra Madre; Anjelica, en su papel de manipuladora de un sangriento guiñol en El honor de los Prizzi.

éste es, al menos, el cuadro que presenta este libro, empeñado desde sus primeras páginas en trazar, no la historia de unas pocas individualidades destacadas, sino la de una gran dinastía artística norteamericana. Es John, sin embargo, quien acapara la mayor parte de la narración y se convierte en artífice y maestro de ceremonias de las vidas de los otros. La intención del autor, explícita en algún momento, es presentárnoslo como una mezcla de Picasso y Hemingway: sublime y brutal a un tiempo, aventurero, mujeriego y bebedor, atraído por la riqueza y capaz de disfrutarla con la prodigalidad de un príncipe del Renacimiento... Y el efecto se logra, quizá, a costa de lo que más nos pueda interesar: la información específicamente cinematográfica, que nos permita situar las diversas películas de los biografiados en una trayectoria coherente y comprensible. De las películas, curiosamente, se dice poco en este libro. Que, sin embargo, sí dedica mucho espacio a trasiegos de cama, borracheras y recelos familiares: es decir, precisamente a aquello que hace que esta notable dinastía de artistas se parezca a cualquier otra familia de este frívolo mundo.