Image: Pasando página

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Ensayo

Pasando página

Sergio Vila-Sanjuán

29 mayo, 2003 02:00

Sergio Vila-Sanjuán

Destino. Barcelona, 2003. 726 páginas, 28 euros

Aunque este libro parece resultar de un encargo, o cuando menos del cumplimiento de un programa de entregas sobre el mundo de la edición en la España del siglo XX -junto al de Xavier Moret y a la correspondencia entre Vergès y Delibes recientemente publicados también por Destino-, la nota que caracteriza a Pasando página es el entusiasmo.

Pocas obras he leído últimamente en las que el autor manifieste con más franqueza ese sentimiento, que resulta muy contagioso, y aquí lo fue para el lector que soy, al menos durante algún centenar de páginas.

Entusiasmo por la creación literaria, pero sobre todo por el libro y la industria cultural que gira en torno a él. Entusiasmo, también, hacia la época acotada, desde 1975 hasta hoy mismo, con lo que Vila-Sanjuán continúa la trayectoria de la edición en España que su colega Xavier Moret había llevado desde 1939 hasta la muerte de Franco: "La cultura de la Transición [sic]: qué hermoso momento, editorialmente hablando. Cuánto sentido permitía inculcar en sus ocupaciones a algunos editores estrellas del momento". Y si la tarea de historiar nuestra edición en el periodo anterior topaba con numerosos inconvenientes, entre ellos la desaparición de archivos y testigos, el autor de Pasando página se beneficia de un cúmulo de informaciones directas que utiliza hábilmente y de las que da referencia precisa con toda honradez: memorias, documentos oficiales y empresariales, entrevistas publicadas en prensa, estudios, conferencias o simposios, y más de cien encuestas o conversaciones por él realizadas con los protagonistas de esta historia.

Seguro que para conseguir toda esta información le fue de mucha utilidad su capacidad para contagiar de entusiasmo a sus informantes, pues de otro modo nunca hubiera podido nutrir con tantas referencias genuinas este gran relato sobre autores y editores en la España democrática, en el que el propio Vila-Sanjuán no duda en incluirse como personaje-testigo y que finalmente resuelve con brillantez haciendo uso de las técnicas del periodismo cultural entendidas de este preciso modo: "recopilar la máxima información, interpretarla, ordenarla y exponerla de forma que permita una lectura lo más fluida posible".

Y bien que logra esto último. Como periodista de raza que es enuncia sus capítulos a modo de titulares, sin desdeñar el recurso de retruécanos y otros juegos de lenguaje. El relato de algunos episodios comienza in medias res, y procesos empresariales de fusión o absorción se narran como auténticos thrillers.

El carácter oral de gran parte de las fuentes que Vila-Sanjuán utiliza le permite ofrecernos un discurso dialogístico, en el que no faltan recreaciones directas de conversaciones mantenidas con los protagonistas. Y éstos son con frecuencia presentados como auténticos personajes, hasta el punto de que, una vez inmerso en Pasando página, el lector podría a veces sentirse partícipe de una verdadera novela no ficticia en su sustancia de contenido, como las del new journalism. Si David Lodge fue quien de escribir toda una trilogía sobre el mundo académico de los estudios literarios, por qué no esperar lo mismo de la galaxia editorial.

Los héroes de esta historia son los editores. Están presentes también los autores, pero el resultado final hace de Pasando página un alegato en contra de la "edición sin editores" denunciada hace años por A. Schiffrin. Porque el entusiasmo de Vila-Sanjuán se extiende también hacia el nuevo paradigma de la edición posmoderna. En la contraposición entre apocalípticos e integrados (la versión por Eco de los "contentos y amargados" de Cambalache), su posición es totalmente contraria a la del disidente fundador de The New Press. En la misma línea de O. Cohen o de Calasso, se abraza la cuadratura del círculo: encontrar un entorno económico que permita la permanencia de la creatividad, siempre sobre el supuesto incuestionable de que "las editoriales son como paisajes que hay que respetar casi ecológicamente" , entre otras cosas porque, en este siglo también proble- mático y febril, para que el público haga caso a un libro "es cada vez más básico que un editor con credibilidad apueste por él".