Ahora tengo que irme
Jorge Oteiza
11 septiembre, 2003 02:00Jorge Oteiza
Hay casos en los que el personaje oculta la obra. En pocas ocasiones puede decirse esto con tanta intensidad como en referencia a Jorge Oteiza (Orio, 1908-San Sebastián, 2003): su carácter agrio y polémico le convirtió en un agitador permanente, que actuaba en la vida pública con intervenciones a veces no poco arbitrarias. Como suele decirse, no dejaba títere con cabeza. Todo ello hacía que sean muchos los que se aproximan a Oteiza con planteamientos predeterminados. Ojalá la proyección del personaje, la pasión que despierta sobre personas e instituciones, vaya dejando paso a una estimación más serena, más equilibrada, de su obra.Eso es lo que esperaba del libro del que ahora les hablo, que por lo que parece ha debido editarse a toda prisa en coincidencia con el fallecimiento de Oteiza en abril pasado. Pero no sólo no es así, sino que puede decirse abiertamente que este libro es un fraude. Se afirma, literalmente, que Ahora tengo que irme es un compendio de trabajos de Oteiza "todos ellos inéditos". Se trata, por el contrario, de una especie de antología, desordenada y muy mal editada, de textos casi todos ya publicados y en su mayoría disponibles en libros de Oteiza, como Existe Dios al Noroeste, Ejercicios espirituales en un túnel, Elegía a Itziar y otros poemas, o Quosque tandem.
La estructura del libro no tiene el más mínimo orden, ni cronológico, ni temático: uno tiene la impresión de que los editores hubieran reunido los materiales completamente al azar. En ningún caso se dan indicaciones de las fechas de los textos reunidos. En las páginas finales, el apartado "Publicaciones de Oteiza" no sólo es particularmente confuso, sino que mezcla sin que se sepa por qué datos biográficos y bibliográficos. Y, por último, y lo que es mucho peor, en la "Selección de referencias", se supone que de textos de información y análisis sobre Oteiza y su obra, no figuran aportaciones imprescindibles. No acierto a encontrar otro motivo para esto último que el de una actitud claramente sectaria, que directamente elimina nombres y posiciones que no coinciden con los planteamientos de los editores.
En estos casos, el crítico se debe sobre todo a un sentido moral de la verdad y a sus lectores: lean a Oteiza, pero háganlo en otras publicaciones más rigurosas.