Vaslav Nijinski

Las representaciones que ha llevado a cabo el Ballet de Hamburgo en el Teatro Real y la publicación, por primera vez en español, de los diarios completos de Vaslav Nijinsky han vuelto a poner en el alero la figura del bailarín.

Contábamos con la versión, editada por Parsifal Ediciones (1993), de la edición manipulada por la mujer del bailarín, Rómola, muy dulcificada y en la que muchos aspectos controvertidos habían sido censurados, sobre todo los provistos de mayor carga sexual o los que ofrecían alusiones escatológicas. Rómola había alterado el orden de las secuencias, añadiéndole un epílogo para darle un soporte más literario. Cuando murió, en 1979 se subastó el original que vio su primera versión en francés en 1995. La versión presentada por Acantilado, traducida con esmero por H. D. Moradell, permite acercarnos con sorprendente crudeza al pensamiento de uno de los grandes renovadores del arte coreútico. Vaslav Nijinsky (1889-1950), además del mayor bailarín de la historia, fue uno de los más geniales coreógrafos. En un corpus compuesto de sólo cuatro obras figuran leyendas como La consagración de la primavera o Jeux. Los Diarios reflejan la debilidad mental del autor, la radicalidad de sus propuestas o el tortuoso camino que le llevó por intrincadas sendas en las que se cruzan nombres como Diághilev, su obsesión permanente, Stravinski, Debussy, Massine y gran parte de las grandes figuras de la primera mitad del XX. El lector no debe buscar, en todo caso, un repaso histórico. Los Diarios muestran esa colección de nombres convertida en una galería de personajes fantasmagóricos, pasados por el peculiar tamiz de una mente derruida. El libro resulta, por ello, tan fascinante como difícil. Pocas veces se tiene la opción de vivir con tal inmediatez la degradación de una sensibilidad única. Indispensable para los aficionados a la danza y para cualquiera que aspire a comprender uno de los grandes mitos.