Image: El cuerpo taoísta

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Ensayo

El cuerpo taoísta

Kristofer Schipper

9 octubre, 2003 02:00

Ermitaño Taoísta de Quinhai (China)

Trad. J. Pérez Arroyo. Paidós. 310 págs, 19 euros

Tienen los estudios orientales, y particularmente los del taoísmo, precedentes muy valiosos en Francia, ya desde el siglo pasado y sobre todo desde la publicación del emblemático libro de Henri Maspero El taoísmo y las religiones chinas (Trotta, 2000).

Como continuador de aquellos ricos estudios de la sinología francesa nos han llegado los de Kristofer Schipper, director de estudios en estas materias en La Sorbona, estudioso de los textos chinos antiguos y modernos y "maestro taoísta" desde 1997. De él se publica ahora en España El cuerpo taoísta.

La obra suya que comentamos hoy responde a una gran labor de campo, a la experiencia -en tiempos aún nada fáciles- que supone rastrear el tema desde el mirador del mismo Oriente y al gran afán de síntesis que persigue su libro. El "ideal taoísta de Larga Vida" se ha mantenido enterrado durante décadas, más allá de los asaltos y vetos de la Historia. Ahora resurge en estudios como éste, en la recuperación de los templos y en la cada más irrefrenable aceptación de la rica y sabia tradición de China, base de tantos saberes universales.

Es como si se hubiese mantenido una especie de código genético en lo que Schipper reconoce como "la memoria del pueblo llano". El autor funde esta rica experiencia suya del presente con el minucioso estudio de la literatura taoísta, especialmente de la incluida en el "Canon taoísta". No se podía abordar tampoco la obra sin una mínima aproximación al concepto de tao, siempre tan fugitivo y misterioso para aquel que desee aproximarse a su integridad. Tenemos ya en España versiones directas de los textos canónicos (Elorduy, Preciado, Suárez) que pueden permitirle al lector español una aproximación fiable al mismo.

El estudio de Shipper parte de los orígenes religiosos y legendarios del taoísmo para irnos fijando progresivamente los aspectos más prácticos del mismo, esa labor final de armonía, un tipo de concordancia que el autor y sus fuentes reconocen que existe entre el cuerpo físico del ser humano y el mundo. Todo parte de ese cuerpo que llevó a afirmar a los antiguos maestros taoístas que el destino "está en mí y no en el cielo". Destino que se fija y cuida preferentemente por medio del cultivo de la "energía vital".

El libro de Shipper comienza donde terminaba el de Henri Maspero, pues el apartado que éste había dedicado a "Los procedimientos para nutrir el principio vital" es quizá el estudio más hondo que se ha escrito sobre el tema. La prioridad del cultivo de la interioridad -para llegar y guardar "el Uno"- centran el libro en capítulos en los que dicho cuerpo es valorado como una geografía que hay que recorrer y vivir, como un proceso de renacimiento superador del "caos" cotidiano.

Hoy ya nadie duda de la base útil del taoísmo en los campos del pensamiento, la psicología y la medicina. No nos interesan los aspectos historiográficos, legendarios o pseudomísticos de dicho movimiento, sino su utilidad, en la que, a lo largo de los últimos años, estudiosos de Oriente y de Occidente parecen estar confluyendo de una manera muy significativa.

Shipper desentraña la enseñanza del taoísmo esencial, que es la de "la prioridad del interior sobre el exterior" en unos tiempos en que el "exterior" (la naturaleza) ha perdido su carácter sagrado y es alterada por todo tipo de contaminaciones y de saqueos. Hasta aquí los aspectos centrales del libro y de ese pensar que siempre destaca por su fértil universalismo y que representa, ante todo, una filosofía de la vida, un modo de ser y de estar en el mundo. En el fondo, el valor más significativo del taoísmo es el que subyace en su sentido práctico, en ser un medio muy útil para mejorarnos y mejorar el mundo. Cuando Shipper publicó su libro en 1980 y hacía, para asombro de los viandantes, sus ejercicios de taichi y de qigong en los Jardines del Luxemburgo, daba ya ejemplo, demostraba que las ideas de lo que se estudia y se escribe se pueden probar. Es la confirmación de esa gran certeza, que comenzábamos señalando, de que en nosotros mismos puede estar la salvación o la condena.