Image: Doble vida

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Ensayo

Doble vida

Gottfried Benn

22 enero, 2004 01:00

Gottfried Benn

Trad. Carmen Gauger. Pre-Textos. Valencia, 2003. 170 págs, 16 euros

Doble vida es la crónica de una existencia y una experiencia trágicas: las vividas por la generación de los expresionistas que pasaron del nihilismo bebido de las fuentes de Nietzsche al fervor en un saber científico, tan moderno como hiperatomizado, que les condujo a -o del que despertaron en- las trincheras, los obuses y los gases de la Primera Guerra Mundial.

La primera parte, titulada "Vida de un intelectualista", está fechada en 1934 y supone una revisión de los rasgos de la "germanidad" entendidos aquí como "el único complemento hondamente metafísico del mundo mediterráneo". Benn intenta una síntesis, encarnada en su propia persona, de la "relación del norte con la forma" y del consiguiente y deseado equilibrio entre "germanidad" y "romanidad".

Reconoce lo que su formación debe a la Medicina: "frialdad del pensamiento, sobriedad, máximo rigor del concepto, tener preparadas pruebas para cada jucio que se emite, crítica inexorable, autocrítica [...], el lado creador de lo objetivo". Eso es precisamente lo que hay en su libro Morgue (1912): descripción de una época a través de cada una de las máscaras con que analiza lo que llama "la cuestión de la sustancia antropológica". Eso es lo que vive la primera de sus ficciones personales: su heterónimo Rünne. La segunda es la que representa otro de sus heterónimos, Pameleen, en el que se desintegra todo el sistema de ideas y creencias de un momento histórico preciso y se genera un "yo lírico", frecuentador y náufrago a la vez del "estado de perturbación de la conciencia". En él investiga la posibilidad de la total disolución del yo y la de la "trascendente realidad de la estrofa, llena de ocaso". Este yo lírico se enfrenta a los problemas artísticos del primer tercio del siglo XX: "la realidad, la forma y el espíritu". Lo que le obliga a distinguir entre dos fenómenos: "el del representante del arte y el del representante de la cultura".

Para Benn "el arte no es cultura", ya que el representante del arte es "estadísticamente asocial". Lo que le hace volver sobre Schopenhauer y afirmar con él que "el arte es la última actividad metafísica dentro del nihilismo europeo", después de que la ciencia se presentara como la "interpretación teórica del mundo". Su generación -explica Benn- ha trabajado "a favor del espíritu formal". Lo que le enfrenta a las concepciones literarias burguesas. El intelectualismo significa "simplemente pensar, y no hay nada ante lo que habría de detenerse, excepto el límite impuesto por el propio pensar". Cita a Ortega, que le sirve de trampolín para llegar a Nietzsche, y ataca el vampirismo de la clase media, frente al que opone un "formalismo" o "ritualismo" que define como "el intento casi religioso de que el arte pase de lo estético a lo antropológico".

La segunda parte aporta una importante reflexión sobre "las sombras del pasado", y las razones por las que en 1933 se quedó en Alemania. Trata "la cuestión judía" y tiene la honestidad de reproducir casi íntegra la carta que el 9 de mayo de ese mismo año le dirigió Klaus Mann y que es todo un testimonio, porque en ella el hijo del novelista le explica a su poeta preferido lo que éste, con una ceguera histórica increíble, es incapaz de ver. Estremecedor es el relato de lo que fue su vida en aquella Alemania, en la que el ejército se convirtió en "la forma aristocrática de la emigración". Las predicciones de Klaus Mann se cumplieron y empezó para Benn un tiempo de persecuciones, que le obligaron a "extinguirse" literaria y políticamente. La versión de Carmen Gauger es ejemplar: salva con éxito las dificultades y supera a todas las deficientes traducciones anteriores.