Image: Lugares que no cambian

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Ensayo

Lugares que no cambian

Eduardo Jordá

20 mayo, 2004 02:00

Eduardo Jordá. Foto: Begoña Lombardía

Alba. Barcelona, 2004. 187 páginas, 15’50 euros

Eduardo Jordá (Palma de Mallorca, 1956) es un viajero escritor, pero no es un lector viajero. Es más bien un viajero lector, porque viaja para leer y no lee para viajar. Así lo explica él mismo en uno de estos relatos de viajes, el titulado "Hotel Francia, Oaxaca".

Pero hay una trampa en este enunciado. Eduardo Jordá pasa en persona por los lugares del planeta que previamente ha recorrido a través de lecturas. Aunque, en realidad, la verdad es que los visita por segunda vez. Leyó libros por las razones que fueran, y así viajó. Luego viajó para recuperar esa felicidad que le ofrecieron sus primeras visitas. Reconoce por ejemplo que si fue a México, donde intenta revivir la vista de las colinas de Malcolm Lowry desde el hotel Francia, es porque hasta allí lo había arrastrado sin remedio Bajo el volcán.

Lo curioso de este exquisito creador que resulta ser Jordá es que no viaja para escribir, como prueba el hecho de que en este volumen hay destinos y hasta historias y personajes inventados. Lo que parece más cierto es que escribe para viajar. Sus textos son retornos a lugares y a lecturas, pero son algo más. Esos retornos se convierten en una herramienta de lujo para sostener unas piezas de gran calidad literaria, realzadas por la reflexión lírica y la habilidad narrativa.

Los viajes que rescata Jordá en estos Lugares que no cambian se producen a lo largo de veinte años, entre 1974 y 1995. El libro reúne, pues, a dos o más hombres distintos, que viajan con edades muy alejadas. El más joven Jordá reprime en Budapest sus ganas de preguntarle a un anciano judío por sus recuerdos del campo de exterminio nazi al que sobrevivió. Jordá vive o inventa, y piensa. Y le da a su pensamiento una expresión brillante, deliciosa, que contagia esa "difusa felicidad" de la que habla en "la calle de los azulejos azules" de évora. "Retiro a Puerto Escondido" es un capítulo redondo y muy representativo de la exposición circular de Jordá. En "La escalera de caracol" nos describe las distintas clases de lluvia, y una de ellas, la melancólica, uno la agradece "como agradece la charla de una anciana que ha vivido docenas de historias de amor y conoce todas las debilidades de los hombres".

Eduardo Jordá es el escritor viajero modélico, el que describe y además aporta su enfoque, y del mismo modo que otros escritores como Manuel Leguineche o José Luis García Martín nos invita desde su "camello" a descubrir el punto de partida: otros libros, otras vidas.