Image: El eclipse de la fraternidad

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Ensayo

El eclipse de la fraternidad

Antoni Domènech

27 mayo, 2004 02:00

Antoni Domènech. Foto: Archivo

Crítica. Barcelona, 2004. 473 páginas, 23’03 euros

No son frecuentes los libros que -como éste- dan mucho más de lo que anuncian. Por de pronto, toda una propuesta de replanteamiento de los métodos y objetivos de la filosofía política, que es, por cierto, una disciplina en auge que se ocupa de cuestiones del mayor interés general.

Frente a quienes parecen haber optado por desgajar el análisis de los grandes conceptos políticos de las tradiciones y luchas políticas y sociales efectivas, y aún de la historia misma, pensando que así los "depuran" lógicamente, Domènech propone una fructífera combinación de narración histórica y discusión conceptual y normativa. Fiel a esta propuesta rotura seguidamente, en un único y complejo movimiento, los avates históricos decisivos y las dimensiones semánticas más acusadas del "gran valor olvidado de la tradición republicano-revolucionaria moderna", la fraternidad, cuyo sentido político identifica con la aspiración programática efectiva, formulada en 1790 por Robespierre en un célebre discurso ante la Asamblea Nacional sobre la composición social de la futura Guardia Nacional, de acabar con la distinción tradicional entre "ciudadanos activos" (capaces de pagar un censo) y "ciudadanos pasivos" (pobres). Aspiración que no era otra que la -revolucionaria- de incorporar plenamente a quienes vivían de sus manos, el "pueblo llano" del Antiguo Régimen, a una sociedad civil republicana de hombres libres e iguales. O lo que es igual, a una democracia política en la que no hubiera ya lugar para el sufragio censitario liberal, con la universalización del derecho de voto.

La consideración razonada de los sucesivos pasos del "eclipse" de la fraternidad republicana a partir de su momento de mayor vigencia -las revoluciones de 1848 y sus aspiraciones a regular políticamente el derecho de propiedad, acabando a la vez con el despotismo del ilimitado poder empresarial se convierte finalmente en toda una reconstrucción racional desde la perspectiva de los partidos socialistas y social-demócratas "clásicos", de las luchas políticas europeas, provocadas en buena medida por la resistencia de las clases propietarias, que percibieron muy pronto los peligros que para "su" libertad entrañaba la universalización de la democracia. Algo que, como recuerda Domènech, ya anunció meses antes de la Revolución de Febrero un Tocqueville consciente de que en el próximo futuro "las principales cuestiones de la política" discurrirían "sobre las modificaciones más o menos profundas que habrá de sufrir el derecho de los propietarios", con la consiguiente trasposición de la lucha política al "gran campo de batalla de la propiedad". Los hitos de la reconstrucción, siempre sugestiva, de Domènech ostentan rótulos que hablan por sí solos: escenas de guerras serviles después de la Gran Guerra, el fracaso de la Revolución Bolchevique, el final de República de Weimar, o, por último, la II República española "entre cuatro mundos".

Domènech no deja de recordar que la revolución tiene unas raíces muhco más antiguas. Y que el propio Bismarck, por ejemplo, las situaba -no sin razón- en "la Reforma, o en la Iglesia Romana, o en la introducción del derecho romano en el mundo germánico". De la aspiración a la fraternidad cabría decir lo mismo. Corresponde al cristianismo, heredero del igualitarismo justiciaro bíblico, el mérito histórico de haber transformado revolucionariamente la solidaridad ciudadana en amor al prójimo y a la humanidad, desde la perspectiva de la condición de hermanos, en cuanto hijos de Dios, de los seres humanos. Bien es verdad que en sus orígenes este concepto de fraternidad fue apolíptico o incluso antipolítico. Pero también es cierto que la tesis de que en virtud del poder absoluto divino todos los hombres se convierten en iguales y se muestran como seres que merecen la redención dio pie a construcciones como la de las ciudades, a una depreciación tentativa del esclavismo y, en general, a intentos muy diversos de institucionalización de la fraternidad y del apoyo a los débiles. Que esta fraternidad haya tenido también sus eclipses, y por razones no muy distintas a las que Domènech cataloga a propósito de la "fraternidad de los modernos", es otra historia. Que nos pone, una vez más ante una aspiración honda, antigua y tal vez inextinguible de la humanidad.