Manet
Georges Bataille
10 junio, 2004 02:00Manet
Aparecido en su edición original en 1955, el ensayo de Georges Bataille sobre Manet es un pequeño gran libro. Un texto incisivo y directo que arroja luz, a la vez, sobre Manet y sobre el propio Bataille, ya que escribiendo sobre el pintor se hacen patentes no pocas de las obsesiones de este último: la subversión, el escándalo, el secreto, el valor supremo...Y también la preocupación por el origen. Como recuerda Jarauta en su sugestivo texto de presentación, el trabajo sobre Manet, en quien Bataille ve nacer el arte moderno, establece un registro paralelo con el que el pensador francés dedica a Lascaux, en donde éste sitúa el nacimiento del arte. Bataille traza un perfil de Manet, al que caracteriza como "un hombre elegante" que ocultaba en su interior "una amargura contenida". Un artista que siente la incomprensión de sus contemporáneos, que establece una ruptura definitiva con la tradición pictórica, representada en su tiempo sobre todo por Delacroix. No es difícil percibir una cierta dependencia de la crítica artística de los 50, y muy en particular de Malraux, en alguno de los tópicos que Bataille aborda. Pero la modulación, el planteamiento teórico, presenta una intención distinta. Bataille sitúa el acto de ruptura, con el que Manet daría curso al nacimiento del arte moderno, en una actitud que germina ya en una afirmación del pintor adolescente, y en la que se desvela todo un programa pictórico: "Hacer de un golpe lo que se ve".
Ese objetivo de inmediatez expresiva, que recibe impulso y estímulo en el diálogo de Manet con la pintura española, sobre todo Velázquez y Goya, lo diferenciaría a la vez de los impresionistas. Se trataría, en el fondo, en la perspectiva de Bataille, de un proceso de despojamiento: de la eliminación progresiva de todo efecto retórico, o de elocuencia, en búsqueda de un silencio pictórico sustantivo. La risa nerviosa, el escándalo y el rechazo con los que el público respondió a la presentación de Olimpia en el Salón de 1865, que Bataille sitúa como obra central en la revolución estética propiciada por Manet, nos llevan a situaciones no tan lejanas de las dificultades para asimilar el arte actual que con tanta frecuencia tienen lugar en nuestros días.
Con su ruptura, Manet abre la emancipación del arte respecto a los referentes externos, lo que Bataille llama la destrucción del tema, y eso implica concebir la pintura como un acto en el que el pintor, de modo simultáneo, ve y hace ver. Se trata del inicio de un proceso por el que el arte deja de realizar una tarea de representación, para convertirse en una actividad de generación de registros visuales. Aunque, el propio Bataille corrige, después de todo en los lienzos de Manet el tema estaría menos destruido que rebasado, y así más que anulado, transfigurado en la desnudez de la pintura. éste sería el secreto que nos transmitiría la Olimpia: el valor del arte mismo, desnudo, "que sucede a aquellas sombras patéticas a las que el pasado quiso dar el dominio del mundo". Nacía así el arte moderno, aquel en el que la representación actúa plenamente libre respecto a cualquier tema o motivo exterior.