La paradoja del monoteísmo
Henry Corbin. José Andrés-Gallego
29 julio, 2004 02:00Es Torres Queruga quien está en el comienzo del proceso, aunque su libro sea el más reciente. Asume la exégesis protestante de Bultmann, insiste en que los evangelios no son un texto histórico, sino simbólico y concluye que la resurrección de Jesús es la revelación definitiva de lo que hace Dios con todas las personas de todos los tiempos (p. 322). No tiene sentido creer -nos dice- que un cuerpo resucitado pueda ser visto, comer y, además, acabar subiendo a los cielos (p. 40, 154). El lector termina por sentirse llevado a dudar de que Cristo sea Dios.
Por su parte, los ensayos de Corbin son de los años 70: están escritos en el corazón de esa ebullición teológica que inducía a los teólogos católicos a asumir el protestantismo. Pero la de Corbin ya es una perspectiva que sobrepasa esa asunción: la mayoría de los préstamos los toma del Islam. Así que la interpretación del cristianismo que subyace en el libro es esotérica y cabalística. No es fácil de entender. Corbin manejó sus extensos conocimientos sin concesión alguna al lector. Y llegó hasta el final: hasta el nihilismo a que había abocado mucho antes -en torno al 900- la revisión del cristianismo propuesta por Nietzsche.