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Ensayo

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Jacobo Muchnik

2 diciembre, 2004 01:00

Jacobo Muchnik en la playa de Calafell

Mario Muchnik. 235 pp, 14 euros. Siegfried Unseld: El autor y su editor. Trad. G.y A. Dietrich. Taurus. 252 pp, 19 euros

Amén de historias parciales de la edición en España como las publicadas por Xavier Moret o Sergio Vila-Sanjuán, suelen resultar muy apreciables para los amantes de las letras los libros más o menos memorialísticos que los propios editores escriben.

Nos llegan ahora dos a la vez, debidos, respectivamente, a Jacobo Muchnik y a Siegfried Unseld, que sucedió en 1959 a Peter Suhrkamp al frente de su editorial. Se trata de obras muy diferentes entre sí, por el momento de su redacción (la de Unseld ya había sido publicada en los ochenta, más o menos cuando Muchnik escribe la suya), por la personalidad de sus autores, por su propia estructura y por el estilo que las caracteriza. Muchnik nació en Buenos Aires en 1907, y allí fundó la Compañía General Fabril Editora que dirigió durante un corto periodo de tres años (1958-1961), al final de los cuales se trasladó a Europa donde mantuvo especiales vínculos con España y llegó a ser socio de Víctor Seix, mientras que Unseld, diecisiete años más joven, desarrolló toda su actividad en Alemania en el entorno de Suhrkamp, empresa que en 1965 se hizo también con la propiedad de la editorial Insel.

El libro de J. Muchnik ofrece una muy grata lectura, por virtud de sus innegables dotes literarias. El autor logra captar enseguida nuestra atención para lo que no deja de recurrir, incluso, a una segunda persona narrativa, un tú que nos incorpora como confidentes a un relato que una y otra vez se califica de desordenado, aunque al final todas las piezas encajen y nos podamos hacer una idea cabal de lo que fue la vida y la obra de este editor que comenzó en el mundo de la publicidad y se nos revela como un individuo creativo, intrépido, cosmopolita y emprendendor; toda una personalidad, en suma. Además de incluir, a veces con tipografía diferente, cartas personales, informes y otros documentos para reforzar el ejercicio de su memoria, Muchnick se acredita como todo un maestro en el manejo del diálogo: dramatiza, por así decirlo, los momentos más intensos de su carrera como editor y llega incluso a presentar en forma de actos teatrales las situaciones de tensión empresarial y censorial que le llevaron a abandonar el sello que él mismo había creado.

Por su parte, Unseld, en vez de fórmulas narrativas o dramáticas recurre al molde del ensayo y la conferencia erudita para hablarnos, en definitiva, de lo mismo, su cumplida trayectoria profesional. La primera parte de su obra, titulada "Las tareas del editor literario", es todo un compendio de aquella experiencia convertido en un discurso teórico-práctico bien trabado y convincente. Y siguen cuatro conferencias acerca de las relaciones de Hermann Hesse, Bertolt Brecht, Rainer María Rilke y Robert Walser con sus editores. Jacobo Muchnik escribe también páginas interesantísimas sobre sus contactos y actividades profesionales con Gombrowicz, Sabato, Alberti, Arthur Miller y Jorge Guillén, cuya última entrega de su poesía completa apareció en una refundada editorial Muchnik europea, ahora ya dirigida por su hijo Mario.

Pese a las divergencias antes apuntadas, estos dos libros son complementarios entre sí y coinciden no solo en el último aspecto mencionado (las relaciones editor-autor). Ambos vienen a recrear una época dorada -no idílica: por caso, Unseld no oculta los padecimientos de Suhrkamp y otros editores durante el nazismo- que contrasta fuertemente con la que André Schiffrin hijo pintó, con tintes apocalípticos bien justificados, en su libro traducido al español en 2000 La edición sin editores. Muchnik y Unseld no conciben el libro sin la personalidad entusiasta de un intermediario, empresario y lector a la vez, empeñado en conseguir los recursos económicos precisos para "compartir el placer" de una determinada obra literaria con un público reducido o amplio según el caso, al que finalmente se podrá ofrecer un sólido fondo editorial sin el que resultaría imposible la perpetuación de la literatura como palabra esencial en el tiempo.