Image: La guerra del Yom Kippur

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Ensayo

La guerra del Yom Kippur

Chaim Herzog

17 febrero, 2005 01:00

Moshe Dayan, en una trinchera durante la guerra de Yom Kippur

Inédita Ediciones. Madrid, 2004. 479 páginas, 23 euros

Fue la guerra más importante, esperemos que definitiva, entre Israel y los árabes y sobre ella se han escrito más de cien libros, casi todos en hebreo o árabe. De los escritos en inglés y traducidos al castellano, el de Chaim Herzog, publicado por primera vez en 1975, dos años escasos después de la guerra, y reeditado ahora, sigue siendo la obra de referencia de consulta obligada.

"La historia de la Guerra del Yom Kippur demuestra en qué medida el elemento humano es la clave para el resultado de una guerra", escribe en la introducción el general de brigada Michael Herzog, hijo del autor. "éste es, tal vez, el principal mensaje [...] en este libro".

Con la mejor información posible para un israelí y la agilidad de un buen guionista de cine -además de general, embajador, abogado, jefe de los servicios secretos militares y presidente de Israel durante diez años, fue el mejor comentarista de la radio israelí en la Guerra de los Seis Días (1967)-, Herzog nos describe en los cinco primeros capítulos los preparativos de la guerra del 73, en los cinco siguientes la batalla del Golán y en los seis últimos la batalla del Sinaí y del Canal. Concluye con una reflexión sobre las acciones aéreas y navales en la contienda, y las lecciones para el futuro.

La conclusión de la batalla del Golán, al final del capítulo 9, resume bien toda la guerra: "El armamento [...] más moderno que la Unión Soviética hubiese suministrado jamás a ejércitos extranjeros salpicaba las colinas ondulantes de los Altos del Golán, testigos de una de las grandes victorias de tanques contra todo pronóstico y del indomable espíritu de las fuerzas israelíes, que en cuatro días (del 6 al 10 de octubre del 73) habían sufrido un terrible desastre, se habían recuperado y, librando una de las batallas más heroicas de la historia militar moderna, habían conseguido volver las tornas y obligar a la fuerza invasora a retroceder a su línea de salida".

Parece propaganda y en parte lo es, pero los hechos son rotundos: en cuatro días, con una fuerza muy inferior, Israel dejó fuera de combate a mil cuatrocientos tanques sirios y en ocho días más, en el Gran Lago Amargo, a dos mil tanques egipcios. Desde la segunda Guerra Mundial no se había visto nada igual.

Las consecuencias fueron casi igual o más decisivas que las de los atentados del 11-S: acabó con el sentimiento de invulnerabilidad israelí, demostró la inferioridad de las armas, doctrina y estrategia soviéticas, confirmó que el tanque sigue siendo el arma principal y que la guerra sigue decidiéndose por las fuerzas terrestres, puso en evidencia el talón de Aquiles de los servicios de inteligencia, dejó obsoleto el viejo concepto israelí de seguridad, hizo posible las primeras negociaciones de paz entre árabes e israelíes, revalidó la importancia capital del factor sorpresa y de la diplomacia, convirtió a la opep en una fuerza devastadora, obligó a los árabes a recurrir al terrorismo y a renunciar a la guerra clásica, acabó con la hegemonía laborista y dio vida a los movimientos Paz Ahora y Gush Emunim en Israel, catapultó al Likud al poder y aceleró procesos militares tan fundamentales para todas las grandes potencias como los mandos integrados.

Desde la crisis de los misiles de Cuba, en 1962, el mundo nunca había estado tan cerca de una guerra nuclear, pero, gracias a la diplomacia bismarkiana que Henry Kissinger utilizó en las tres semanas que duró la contienda y en los meses posteriores de negociaciones, Israel y los árabes han pasado de la guerra caliente a la paz fría, y, a pesar de dos intifadas, los enemigos se hablan.

Para documentarse, Herzog habló con centenares de oficiales y soldados israelíes, estudió meticulosamente los campos de batalla y analizó las principales publicaciones sobre la guerra editadas en Israel y en Egipto a mediados de los 70. Calificar de neutral o equilibrada la obra no sería hacer justicia al autor, pues su corazón está al cien por cien con los suyos, pero Herzog ha hecho un enorme esfuerzo para reconocer también el valor del enemigo.