Retratos y perfiles
José María Aznar
21 abril, 2005 02:00José María Aznar. Foto: Pablo Quiza
Hasta ahora una regla no escrita indicaba que los ex presidentes de Gobierno dejaban transcurrir un plazo de tiempo prudencial para publicar sus memorias. José María Aznar publicó el año pasado, tan sólo unos meses después de la derrota de su partido, un libro titulado Ocho años de gobierno. Una visión personal de España.Escrito con la ayuda de José María Marco, su contenido es un repaso a los grandes temas que marcaron sus dos etapas de gobierno. Esta segunda entrega sigue la estela de la anterior pero con un tono personal más marcado. Estamos ante un desplegable de cuarenta y una piezas que comienza con los tres capítulos que Aznar dedica a su abuelo, a su padre y a su mujer. Aunque el lector se tropieza aquí con mucha paja, no hace falta ser psicólogo para entrever algunas de las claves del carácter del autor.
El siguiente escenario es el de la sede del PP, Génova 13. Aznar recoge las cosas de su despacho: soledad y tristeza del ex campeón. A continuación Manuel Fraga, Adolfo Suárez y Jordi Pujol. Ninguno sale limpio. Una fecha, la de la caída del muro de Berlín en 1989 y recuerdo de un viaje a Berlín con el colegio. Anticomunismo. Juan Pablo II, Margaret Thatcher, Helmut Kohl y Václav Havel componen el cuarteto europeo descrito por Aznar. Admiración sobre todo por la dama de hierro. A continuación, el otro espacio vital de Aznar: el Palacio de la Moncloa. Ocho años fantásticos. Tras el recuerdo de un ámbito de vida familiar y político, el retrato de Bill Clinton abre una serie de trece capítulos dedicados a grandes mandatarios del mundo. Aquí Aznar más guarda la ropa que nada. No se moja.
Con el texto dedicado a la Cumbre de las Azores se recupera la tensión narrativa. El atlantismo político de Aznar se encarna en el uno y en el otro. Flechazo sobre todo por Bush y la Norteamérica conservadora. La segunda fecha de este volumen es la del 19 de abril de 1995, día del atentado de Eta contra un Aznar que salva la vida gracias a que álvarez Cascos se había empeñado en comprar un Audi, blindado en Alemania. Los asesinatos de Gregorio Ordóñez y de Miguel ángel Blanco son los siguientes grabados en los que Aznar pone de manifiesto la miseria moral de tantos vascos encabezados por José Antonio Ardanza y por el desleal Ibarretxe.
La última fecha que rotula un capítulo de este volumen es la del 11 de marzo de 2004. Aznar reinsiste en lo que ya ha explicado con profusión. Se cierra este libro con la rememoración de Eduardo Chillida, Di Stefano, Plácido Domingo, Julio Iglesias, Cela y Vargas Llosa. Dos ejes psicológicos encuadernan estas páginas. El primero, el amor de Aznar por su mujer. Sólo Giulio Andreotti parece a su altura cuando afirmaba a los cuatro vientos que Livia Danese era la única mujer que le había enamorado en toda su vida. El segundo eje lo constituye la mala leche con la que combate, semejante en obstinación y blindaje a la de Margareth Thatcher en Statecraf (2002), dedicado a justificar su trayectoria política.