Image: Iglesia y sociedad en España

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Ensayo

Iglesia y sociedad en España

José M. Castillo y Juan José Tamayo

5 mayo, 2005 02:00

Juan José Tamayo

Trotta. Madrid, 2005. 140 páginas, 11 euros

Este libro plantea un problema tan cierto como bien conocido: los españoles van menos a misa; la gente prefiere formas de expresión religiosa más libres e íntimas; la mayoría de los gobernantes de la Iglesia católica parece que no sabe qué hacer para deterner la sangría. Así que no hay futuro.

Hasta aquí, lo que deduzco de la parte que escribe Castillo. No hay más futuro -añade, en la suya, Tamayo- que renunciar a la vieja idea de la Iglesia y de la fe cristiana y abrirse a una religiosidad donde quepa todo, menos el fundamentalismo, y en la que se dé un espacio particularmente grande a la mística, más poder eclesiástico a las mujeres y, en definitiva, se imponga una espiri-
tualidad interreligiosa e intercultural.

El problema empieza cuando uno deduce que esta espiritualidad interreligiosa e intercultural consiste en que los cristianos renuncien a lo que es específico suyo. Uno piensa que también tendrían que renunciar a lo específico suyo los musulmanes, los budistas, los hindúes y todos los demás. A mi juicio, la propuesta confunde dos cosas que son distintas: una es que haya que buscar una espiritualidad interreligiosa e intercultural (que tendríamos que aceptar todos sin excepción, también los que no son cristianos, para que sirviera de algo) y otra distinta es que el cristianismo se "desculturice", y eso aunque los demás no se "desculturicen" (perdón por la palabra). Pero "desculturizar" el cristianismo no es negar lo histórico del cristianismo. Pocos dudan hoy de que Jesús fue un hebreo con todas las de la ley y el cristianismo es radicalmente -entitativamente, diría yo- judeocristiano, y eso por la sencilla razón de que es una historia que sucedió como sucedió, entre hebreos y romanos. Otra cosa es que el judeocristianismo no deba ser tan sólo "occidental" (no lo es, de facto), sino que sea suficientemente lábil como para llegar a los hombres de todas las culturas, y no para anularlas sino para enriquecerlas . En otras palabras: una cosa es la cultura en la que se encarne el cristianismo y otra la historia de lo que sucedió (es decir, evangelio), que no hay quien la cambie (porque es historia), y de la que sólo cabe pedir responsabilidades a Dios, que fue quien tuvo la idea y la puso en práctica.

Que los españoles vamos menos o nada a misa y que falta imaginación para asumirlo y resolverlo, me parece palmario. Durante años, me ha llamado la atención que Juan Pablo II y el ahora Benedicto XVI sólo parecían contradecirse en un punto: Juan Pablo II repitió que estamos en una nueva primavera de la Iglesia y el hoy Benedicto XVI aseguró más de una vez que hay que hacerse a la idea de que la "sociedad cristiana" ha muerto; que los cristianos han de aceptar que son una minoría y que actuar así no es más que hacer lo se dice en el evangelio que se haga: ser fermento en la masa. Si el juicio es acertado, el problema "español" radica en que los cristianos españoles sean fermento que convierte la masa en pan, en vez de estar a la defensiva, que es lo ocurre en el día de hoy.