Image: Memoria de entreguerras

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Ensayo

Memoria de entreguerras

Federico Trillo Figueroa

29 septiembre, 2005 02:00

Federico Trillo Figueroa. Foto: Planeta

Planeta, 2005. 300 páginas, 22’50 euros

No es frecuente que un político en activo escriba sus memorias, y que lo haga ciñéndose a unos años tan próximos en el tiempo. Pero Federico Trillo se muestra convencido de que este "período de crisis" que va de 2000 a 2004 alumbra una nueva etapa histórica que sigue al ataque contra las Torres Gemelas del 11-S.

Por ello es de agradecer que nos ofrezca algunas claves de cómo se gesta la participación española en aquel nuevo "orden internacional" y que, por su parte, realice este "descargo de conciencia" consciente de que su ciclo como ministro de Defensa le ha acarreado, a él y a su familia, "los años más duros de nuestra vida".

Por fortuna, este libro es mucho más que un pliego autojustificatorio, y mucho más que un conjunto de relatos en el marco de las operaciones españolas en los Balcanes, Afganistán o Iraq, algunos de carácter profundamente humano. Pero es cierto que el ex ministro de Defensa desea explicar su actuación en el accidente del YAK-42, y se lanza a ello, a veces con un rasgo de candor, aún conmovido porque "los aviones cargados con los 62 féretros cubiertos con la bandera de España es una imagen que jamás podré olvidar". Antes de evocar aquel tenso funeral de Estado justificará que, tras el accidente aéreo, "los turcos llevaban la iniciativa muy celosamente…ellos tomaban pruebas de ADN, por lo que no eran necesarios los equipos españoles". Luego, al ser increpado en medio del tumulto provocado por la indignación de los familiares de las víctimas, pone su cargo a disposición de Aznar porque "supe que muchas de aquellas personas me habían condenado irremisiblemente sin que alcanzara en mi aturdimiento a comprender las causas". Trillo arguye que él "dio la cara" por los mandos militares aunque atribuye la protesta a una campaña por parte de quienes "no vacilaron en utilizar sin escrúpulos el accidente como un instrumento arrojadizo contra el Gobierno y el Ministerio de Defensa".

Memoria de entreguerras se adentra en los profundos cambios que han transformado las Fuerzas Armadas durante aquel corto período de tiempo -desde la supresión de la mili, la profesionalización del Ejército y la reforma del CESID hasta su nuevo papel en la defensa europea-, y al mismo tiempo revela algunas interioridades sobre el desarrollo de las crisis de Perejil, el Prestige, los asesinatos de los agentes del CNI en Iraq, y los de los periodistas Julio Fuentes, Julio Anguita Parrado y José Couso. Resulta reveladora la ternura con que Trillo, de considerable bagaje cultural, observa su entorno, muy inusual en la conducta y en las memorias de los políticos.

Es claro que en esta etapa las relaciones con Estados Unidos, no siempre exentas de rudeza, enmarcan la proyección exterior española. Trillo tiende a veces a justificar con excesiva complacencia algunas actitudes del Pentágono atribuyéndolas a "cosas de los americanos". Pese a ello, en el asunto del islote de Perejil admite que se vio obligado a ocultar el inicio de la operación de rescate de la roca porque desconfiaba de la discreción americana con Marruecos.

El atentado del 11-S, cuando Aznar ya ha instruido al Gobierno para que España lleve la iniciativa de la cooperación antiterrorista en Europa, provoca una cada vez mayor coincidencia con Estados Unidos en el propósito de reforzar la cooperación internacional en esta materia. El autor lo subraya: "La guerra global contra el terrorismo se había convertido en el más importante reto de seguridad y defensa del siglo que comenzaba". Y en esta sucesión se produce la participación española en la guerra de Iraq. Trillo ratifica que Rodrigo Rato era el miembro del Gabinete más opuesto a cualquier participación militar española. Cuando Rato explica en el Gabinete de Crisis su posición contraria en términos muy contundentes, "Aznar, a su lado, que lo escuchaba con la vista al frente, respirando hondo, se volvió para darle las gracias y me pareció ver en su mirada una tristeza infinita". Aquella reunión constituiría el preludio del cierre de la época testimoniada por Trillo.