Ensayo

Diccionario de adioses

Gabriel Albiac

22 diciembre, 2005 01:00

Gabriel Albiac. Foto: Mercedes Rodríguez

Seix Barral. Barcelona, 2005. 419 páginas, 22 euros

¿Cuánto espacio y cuánto tiempo, cuántas palabras, cuanto miedo o cuánto coraje se necesitan para despedirse? Quiza la palabra adiós sea la más enigmática de todas (salvo que todas lo son, diría Borges). Quizá es el enigma mismo.

La reserva religiosa que contiene -aunque sea spinozianamente interpretada-, la premonición de un final que teme o anhela, el horror o la nostalgia de algo que queda definitivamente atrás: todo ello hace de la simple palabra adiós cúspide de un enigma; enigma de la palabra o de la escritura en que la palabra se fija, enigma de la existencia.

Albiac ejerce en este texto la pasión de la despedida, brinda un homenaje a la ceremonia, o al enigma, del adiós. Nueve grandes adioses que se dividen en pequeños ensayos, que se exponen con prosa mínima y veloz: frases que se resisten a ser enunciadas, que se fatigan o que temen su prolongación, frases breves que componen ensayos de apariencia rapsódica, que se suceden conformando una fragmentaria despedida, o una multiplicación de lacónicos epitafios. No es la primera vez que Albiac ha utilizado ese tipo de prosa para referir a fines y confines. Vacío y muerte, epitafio y testamento se enuncian o insinúan en muchos de sus títulos: La sinagoga vacía, La muerte, últimas voluntades, Ahora Rachel ha muerto

Evocado en muchas de las páginas de este Diccionario de adioses, es el siglo XX el destinatario de la despedida; y acaso el emisor secreto de la misma. Es el siglo XX el que desfila por cada una de sus páginas, aun cuando estas penetren en acontecimientos históricos de los primeros años del siglo en curso; o aun cuando rastreen con celo arqueológico en el pasado: en aquel pasado inaugural del que el pasado reciente extrae sus impulsos utópicos y sus rutinarios tópicos; el pasado de la revolución, por ejemplo y por antonomasia. Adiós a la revolución y a los revolucionarios, a las idolatrías y al terror(ismo); adiós a los nacionalismos, socialismos y fascismos, a la judeofobia. Adiós a la nada: muerte, guerra, política. Títulos mayores, o entradas mayores que, alfabéticamente ordenadas, construyen una particular despedida del siglo, de sus terrores, de sus rencores.

No se despide uno sino de lo que ha vivido, de lo que ha amado u odiado. No se despide uno de aquello que ha contemplado con indiferencia y a distancia. La despedida, el adiós, si no es mera retórica educada, han de dirigirse a algo o a alguien que nos ha sido muy próximo: y que, acaso, ya no lo es. De ahí la dimensión de herida o desgarro que se muestra, obscena, en toda despedida.

Y tal vez por ello esa breve y fácil palabra, adiós, no se atreve a aparecer en solitario, a exponerse en su desnudez. Y se rodea de muchas, de otras muchas. Tal vez por ello para enunciar una despedida apropiada y propia hacen falta las palabras de otros, las palabras de todos. Virgilio, Conrad, Platón, Chandler, Freud, Pascal, Baudelaire, Maquiavelo, Quevedo…, son algunos de los convocados por Albiac a esta ceremonia de despedida. Muchos hombres y muchos nombres, muchas palabras para atreverse a decir una sola: adiós.