Ensayo

Cervantes visto por un historiador

Manuel Fernández álvarez

19 enero, 2006 01:00

Manuel Fernández álvarez. Foto: M. R.

Espasa. Madrid, 2005. 569 páginas, 23 euros

Son los libros últimos de Manuel Fernández álvarez -desde el punto de vista de su estilo, de la edición y de la acogida que han tenido-, uno de los fenómenos literarios más sorprendentes y sugestivos de estos años. Recordemos -sólo por señalar los más notorios- La sociedad española en el Siglo de Oro, Carlos V, el césar y el hombre (al que siguió la publicación del corpus documental de ese periodo) o Felipe II y su tiempo.

Lo significativo de este fenómeno literario y editorial es que no resulta fácil fundir en una obra el rigor del especialista con la amenidad creadora; sobre todo cuando se abordan temas tan complejos y tiempos tan abarcadores.

Con todo este bagaje de logros detrás y con tan buen temple en su escritura no es raro que Manuel Fernández álvarez haya encontrado ahora en Miguel de Cervantes un tema a la medida de su capacidad intelectual. Los estudios cervantinos (y particularmente los biográficos), han ido agotando sus posibilidades de ampliación; sobre todo, a causa de la ausencia de nuevos y reveladores documentos que llenen los muchos huecos y silencios -como sus años en Italia- que aún existen en la vida del más humano de nuestros escritores clásicos. Hoy el biógrafo de Cervantes no puede seguir caminos trillados sino fundamentar los conocidos (aquí la importancia de las mujeres en su vida o que fue un cautivo al que su amo argelino favorece por la simple razón de que llevaba, en el momento de ser apresado, cartas de Don Juan de Austria y del virrey de Sicilia). Faltaba una aproximación nueva al autor del Quijote a través de dos filones aún no suficientemente agotados. El primero es el de su figura inmersa en la historia; otra, una cuidadosa lectura de toda su obra, fuente todavía de mucha información real o enmascarada. Son estas dos las vías las que ha seguido la fundamentada biografía de Fernández álvarez, y con gran provecho.

Tal vez por ello, ya desde el título, su autor ha remarcado este carácter fundamentalmente sustentado en la historia de su libro; aunque tampoco ignoremos la vertiente literaria del mismo, que a su vez proviene de otras dos corrientes: la ya mentada de la atenta lectura de los libros de Cervantes y el sustentar el autor dicha lectura en conocimientos literarios y humanísticos más generales. Otra característica esencial tiene este libro: su amenidad, el estilo fluido, fervoroso, entusiasmado. Sí, relato, porque se trata de un estilo que templa de tal manera la erudición que a veces el tono narrativo, creador, se impone a los datos. No es raro, por ello, que Fernández álvarez haya reconocido en declaraciones que éste es "el mejor libro que he parido en toda mi vida" y que escribirlo "ha sido para mí el sueño de toda una vida". Historiador y escritor han encontrado en la vida de Cervantes un tema ideal. Entra así el lector en su vida con una enorme sensación de verismo. No sólo en esos momentos -algunos estelares-, en que la historia de la España de su tiempo se cruza con los avatares del sufrido autor del Quijote, sino también en asuntos concretos: la descripción de las ciudades (Madrid, Nápoles, Sevilla, Valladolid) o determinados temas aparentemente menores. Fernández álvarez reinterpreta los documentos históricos, perfila o corrige datos y desvela sutilísimamente las huellas vitales de Cervantes en los libros de éste, uno de los logros más señalados de esta biografía.

En este libro nos encontramos con un generoso gesto de amor a Cervantes y a su obra y de amor a la cultura española; la cual, como ya hemos señalado, aborda el autor en su libros con la firmeza y la claridad de ideas del que cree en esa cultura, y nos convence. Por ello, la labor educadora de los libros de Fernández álvarez no puede ser más provechosa. Ciencia sin aridez y estilo sin sequedad. Al fondo de esta vida ejemplar de Cervantes -de su desprendimiento y sacrificio, de su ironía y humor, de la lucidez de su ánimo y de su valor, de su temple moral y de su patriotismo, de su humanismo fértil-, el lector divisa además una realidad, una idea y una esperanza: España.