Vidas de las Musas
Francine Prose
20 abril, 2006 02:00Lou Andreas-Salome, Lee Miller y Yoko Ono
Con frecuencia nos preguntamos de qué sustancia estaría hecha la fascinación que Gala ejercía sobre Dalí, o qué cambio profundo operó en el profesor Charles Dodgson (para la literatura Lewis Carroll) cuando intimó con una pequeña amiguita llamada Alice Liddell, para quien narró y después escribió la historia de Alicia en el país de las maravillas.
Para sus reflexiones biográficas, Prose ha elegido a nueve mujeres-musas. Hester Thrale, mecenas e impulsora intelectual del famoso polígrafo inglés del siglo XVIII, Samuel Jonson; Alice Liddell, la niña inspiradora de las aventuras de Alicia; Elizabeth Siddal, modelo de pintores prerrafaelistas como Millais y Hunt, y sufrida amante, figura recurrente y casi in extremis, esposa del pintor Dante Gabriel Rossetti; Lou Andreas-Salomé, la escritora rusa capaz de seducir y alentar a tres de los hombres más célebres de su tiempo, Nietzsche, Rilke y Sigmund Freud; Gala Dalí, controvertida surrealista, esposa de Paul éluard, y por fin musa muy lucrativa y esposa de Salvador Dalí; Lee Miller, modelo y fotógrafa, colaboradora y amante de Man Ray; Charis Weston, asistente y luego mujer del fotógrafo Edward Weston; Suzanne Farrell, la gran bailarina para quien George Balanchine creó sus mejores ballets; y por último, Yoko Ono, artista y esposa de John Lennon.
Pese a que el soporte biográfico de cada personaje es concienzudo, Prose atiende a un sentido literario de los textos y sabe convertir cada relato en una pieza que capta la atención desde el principio. Despliega escenas y retazos históricos en apariencia deshilvanados, lanza interpretaciones posibles, pero acaba alejándose de los clichés habituales de muchos de los personajes, para dejar en el aire las ambigöedades y las preguntas sin respuesta propias de las existencias de seres complejos. En cuanto a las musas y a los artistas elegidos, a primera vista nos encontramos ante una selección aleatoria y a todas luces subjetiva, pero pronto comprendemos el sentido del conjunto. A medida que las reflexiones sobre las relaciones entre musa y adorador se hacen más laberínticas descubrimos las conexiones internas, y vemos que los personajes se iluminan mutuamente, indicándonos cómo los nuevos tiempos hacen evolucionar el concepto de musa. La autora no pierde nunca el eje y su idea central sobre el oficio (extinguido hoy en su sentido original) de las mujeres musas, impulsoras de la creación ajena, pero en casi todos los casos, castradas ellas por el entorno y por la presión del adorador, pese a contar con cualidades artísticas.
Es en ese magma del conflicto de personalidades donde Prose encuentra sus mejores argumentos. Pero la autora prefiere el trazo contundente a profundizar en las heridas, y abusa de la avidez de los lectores por los cotilleos literarios. Se explaya, sin piedad pero con muchísima gracia, en los secretos del masoquismo del Doctor Jonson, en la pedofilia de Lewis Carroll o en las extravagancias sexuales de Gala.Quizá haya que lamentar esa insistencia en algunos aspectos morbosos, superponiendo a exploraciones biográficas bastante originales, pasajes de amenísimo, eso es innegable, chismorreo literario.
Una buena escritora como lo es Francine Prose sabe transformar las peripecias existenciales en una reflexión lúcida que nos muestra las líneas de una trayectoria y una vida enmarcada en su contexto. La autora es brillante, se mantiene distanciada de sus criaturas, y no se mancha con la sangre de sus heridas.