Manual de literatura para caníbales
Rafael Reig
8 junio, 2006 02:00Rafael Reig. Foto: Julián Jaén
He aquí una prueba más de que los contornos de lo que entendemos convencionalmente como novela son borrosos o extraordinariamente elásticos; de que la novela es, en efecto, como aseveró Baroja, "un género donde cabe todo".
La idea básica es que, sobre todo desde el Romanticismo, "la historia de la literatura se convertirá en la historia de los movimientos literarios: una carrera de relevos que se disputan los equipos ciclistas de la Vuelta a España" (p. 48), donde hay siempre un ganador que sube al podio, pero también gregarios, lanzadores, vencedores de etapa... Un ejemplo: "En el equipo Generación del 27, por ejemplo, el líder indiscutido, García Lorca, contó con gregarios de lujo como Altolaguirre o Villalón, y con el mejor director técnico disponible en aquellos momentos: Ortega und Gasset, formado en Alemania con disciplina teutona". Hubo, además, quienes tuvieron "la oportunidad de ganar una meta volante (Pedro Salinas, por ejemplo, o Dámaso Alonso), o de vestir el maillot a lunares de Rey de la Montaña (como hizo Rafael Alberti) [...] o de ganar una contrarreloj (Vicente Aleixandre) o de llevarse ese premio a la Regularidad (mortecino, opaco galardón que fue concedido a Jorge Guillén" (p. 49). Los juicios alternan con los retratos literarios, a veces detallados, como en los casos de Rubén Darío, de César Vallejo o del "hombre que no quiso ser Pepe Martínez" (es decir, Azorín). La visión desenfadada con que se repasan obras y autores -con algún despiste, como la colocación de El estudiante de Salamanca entre las obras dramáticas- afecta igualmente a los enfoques críticos. Léase el capitulillo titulado "Horacio en España", en el que, con el apoyo de una afirmación del poeta latino glosada durante siglos, se establece la distinción -sólo en apariencia paródica- entre el escritor dómine y el escritor médium, ejemplificados inicialmente con los nombres de Isaac Montero y de Juan Benet, que desembocará poco después en el episodio de la "guerra de las dos Marías", jocoso relato que a ningún "letraherido" dejará indiferente. Y no dejen de leerse con detenimiento los ejercicios recomendados al final de cada capítulo -así, los que llevan los números 3 y 4 en la página 252-, que añaden humor y sarcasmo al conjunto.
Manual de literatura para caníbales no es sólo un ejemplo de humorismo de la mejor ley, del que Rafael Reig había ofrecido ya notables muestras. Es un relato concebido y desarrollado de manera inteligente, donde las cargas de profundidad contra ciertos valores "oficiales" no son incompatibles con un profundo amor a la literatura; la misma literatura de la que esta obra se nutre.