Image: Heterodoxos españoles. El Centro de Estudios Históricos (1910-1936)

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Ensayo

Heterodoxos españoles. El Centro de Estudios Históricos (1910-1936)

José María López

1 febrero, 2007 01:00

Menéndez Pidal

Marcial Pons. Madrid, 2006. 480 páginas, 25 euros

Los trabajos de historia cultural siguen atrayendo la atención de los historiadores, tal vez persuadidos de la trascendencia de las propuestas de transformación social que se formularon desde ámbitos que no tenían un acceso inmediato a las decisiones políticas, pero que estuvieron en condiciones de influir sobre ellas. El artículo "Yo acuso", en el que Zola puso en evidencia el escándalo Dreyfus en Francia a comienzos de 1898 significó, tal vez, el acta de nacimiento de la figura del intelectual que opinaba sobre la situación política y podía generar un estado de opinión que obligara a los gobernantes a modificar sus decisiones.

Un papel análogo fue el que representaron en España los hombres que se movían en torno a Francisco Giner de los Ríos y a la Institución Libre de Enseñanza. Abandonado muy pronto el proyecto de establecer una Universidad libre, al margen de la oficial del Estado, la Institución se convirtió en un gabinete de estudios de carácter pedagógico y en un lugar de encuentro para quienes participaban de los principios de un liberalismo radical. Recuérdese lo que don Francisco solía repetir de sí mismo: "cada día más radical y con la camisa más limpia".

Esa tarea de influencia social, que les asemejaba a los socialistas fabianos ingleses, se demostraría lenta y no empezaría a dar frutos apreciables hasta comienzos del siglo XX cuando algunos políticos liberales ligados a la Institución, como era el caso de Segismundo Moret, estuvieron en condiciones de prominencia política que les permitía llevar a la práctica los proyectos "institucionistas". Se trataba de proyectos sostenidos por el Estado pero que los hombres de la Institución gestionaron siempre con una autonomía que pretendía ser garantía de su independencia política.

La primera iniciativa que se puso en marcha fue la Junta para Ampliación de Estudios que se constituyó a comienzos de 1907 con el propósito de fomentar la salida al extranjero de jóvenes, preferiblemente graduados universitarios, para que se pusieran en contacto con la ciencia y la tecnología que se desarrollaba en otros países. También estaba previsto que la Junta impulsara centros de investigación en los que esos jóvenes pudieran trabajar al reincorporarse a España. La iniciativa se tomó en paralelo con la creación en Barcelona, del Institut d'Estudis Catalans con la protección de Prat de la Riba y el impulso de Pijoan, que era uno de los escasos nexos de unión entre los "institucionistas" madrileños y los nacionalistas catalanes.

La constitución, también a primeros de ese mismo mes de enero, de un duradero gobierno conservador de Maura estuvo a punto de ahogar a la Junta en sus inicios y la situación no se restablecería hasta finales de 1909, con el retorno de los liberales al poder. Fue entonces cuando se pensó en un Centro de Estudios Históricos que vería la luz en marzo de 1910 y dedicaría su atención a las instituciones sociales y políticas de los reinos cristianos medievales (Eduardo Hinojosa), a las del califato (Julián Ribera y Miguel Asín), a los orígenes de la lengua castellana (Ramón Menéndez Pidal) y al arte mozárabe y morisco (Manuel Gómez Moreno). Menéndez Pidal sería elegido presidente del Centro en 1915 y el organismo realizaría una espléndida labor antes de que desapareciera en el torbellino de la guerra civil.

José María López Sánchez, un investigador español que trabaja en México como profesor universitario, ofrece una brillante síntesis de esa tarea en un trabajo que tiene su origen en una tesis doctoral presentada en la Universidad Complutense, circunstancia que aún pesa demasiado en la presentación de este volumen, especialmente en su dependencia de excesiva documentación burocrática y de la utilización de la correspondencia publicada de Castillejo, que exige mucha cautela en su uso. Los resultados, en todo caso, ofrecen una imagen variadísima de lo que el Centro supuso en el impulso de los estudios humanísticos, mucho más allá de las ocasionales resistencias de los ambientes conservadores, como demuestra el hecho de que todavía hoy es fácilmente reconocible la huella dejada por aquella institución en la historiografía española.