Image: Latin king. Mi vida sangrienta

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Ensayo

Latin king. Mi vida sangrienta

Reymundo Sánchez

1 febrero, 2007 01:00

Foto: Maria Greenfield

Traducción de Carlos Abreu. Barataria. Barcelona, 2006. 365 páginas, 20 euros

Este volumen es la autobiografía de un Latin King puertorriqueño emigrado a Chicago que deja la banda antes de cumplir los veinte años con el objetivo de rehacer su maltrecha vida. Reymundo Sánchez es el nombre ficticio de un chico nacido en 1963, hijo de una madre de dieciséis años que nunca ejerció como tal y de un padre de setenta y cuatro, con seis hijos de otro matrimonio. Fallecido su progenitor a los cinco años y casada de nuevo su madre, el niño es maltratado por sus primos. El mayor de ellos le viola.

La familia decide trasladarse a Chicago y se instala en un barrio latino en el que las relaciones con los hispanos de otras procedencias están cargadas de recelo. Los mexicanos son especialmente difíciles. Desaparecido el segundo marido, la madre de Reymundo se casa con un obeso maloliente y pegón. La escuela se convierte en el refugio de un niño que crece sin cariño familiar y que va observando el comportamiento, los gestos de aparente solidaridad de las bandas. Los spanish lords le gustan, ahí militan algunos de sus colegas de colegio y en su territorio se inicia, con once años, en la marihuana, el alcohol, la masturbación, las peleas y el odio a la policía y a la autoridad.

Respeto es la palabra mágica, el salvoconducto que permite circular por los territorios marcados como propios por las bandas. Hacerse respetar requiere ser un macho violento. A los trece años es desvirgado por la madre, de treinta y cinco años, de una colega del barrio. Sus padres vuelven a Puerto Rico, pero hartos de un Reymundo que se ha convertido en un adolescente atravesado y difícil, deciden que retorne a Chicago con un tío suyo traficante de drogas. Aquí es cuando, ya sin límites, entra en una espiral de violencia, alcohol, sexo y drogas, que en más de una ocasión le pondrán al borde de la muerte.

En la escuela, Reymundo se convierte en un matón despreocupado del aprendizaje, en un déspota en las relaciones interpersonales y en un abusador en el sexo. Ya no pega como antes con un bate de béisbol, su primer muerto cae con los cartuchos de una escopeta recortada. Luego vendrán las pistolas. Así es como le reciben los Latin Kings. En solemne ceremonia le coronan como miembro tras la plegaria universal que todos los Kings están obligados a saber de memoria. Acto seguido el oficiante "se golpeó el lado izquierdo del pecho con el puño derecho, alzó la mano, la besó e hizo la seña de los Kings" (pulgar, índice y meñique extendidos hacia arriba, doblados hacia abajo los otros dos). Tras los rezos llegó la ritual paliza de tres minutos de duración que debe recibir todo novicio tanto para entrar como para salir de la banda. Los tres chicos encargados de administrar la brutal paliza le abrazarían después llamándole "amor, hermano". Por último, recibió un cuaderno en el que estaban escritas las leyes y oraciones de los Latin Kings. Tras finalizar el acto, las chicas, las Queens, rivalizarán por acostarse con el nuevo miembro de la familia, bautizado como King Lil Loco para la brillante carrera delictiva que parece aguardar a un adolescente que ya es un asesino y que seguirá matando hasta que, tras ser encarcelado, maltrecho y rechazado por los suyos decida cambiar de vida.

Reymundo Sánchez trata de justificar su brutalidad criminal como algo que viene de una familia rota y de una juventud latina marginada racialmente, que busca protección en las bandas. Estas páginas muestran también que la violencia, la ocupación por la fuerza de un territorio urbano es, junto con el sexo, la drogadicción y el rechazo al trabajo, algo esencial para estas hordas despiadadas.

Reyes latinos

Publicado por Temas de Hoy (Madrid, 2005, 320 páginas, 17’50 euros), Santiago Botello y ángel Moya ofrecen en su libro Reyes Latinos un completo estudio de las normas de comportamiento de esta banda urbana, cada vez más poderosa, que pretende el control de determinados barrios, así como de sus bandas rivales, especialmente los Ñetas, constituidas en su mayoría por menores de edad, tan dispuestos a estropear su vida como a extorsionar la de los demás.