Image: Levinas: lectura de un palimpsesto

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Ensayo

Levinas: lectura de un palimpsesto

Alberto Sucasas

1 febrero, 2007 01:00

Emmanuel Levinas. Foto: Archivo

Ed. Lilmid. Buenos Aires, 2006. 358 páginas, 29 euros

La mayoría de las editoriales huyen como del diablo de las tesis doctorales. Prefieren cualquier texto ligero e insustancial a ese género digno y venerable, que posee sus propias reglas de juego, y que es hoy por hoy imprescindible en el mundo universitario. Hay que decir en voz muy alta: no hay derecho de que esa opinión se halle tan universalmente compartida en el mundo de la edición. El desperdicio de energías intelectuales, en un país muy poco sobrado de éstas, es proporcional a la longitud de onda de este prejuicio y esta prevención tan arraigados.

Existen tesis doctorales magníficas que, convenientemente elaboradas, pueden configurar libros imprescindibles. Andamos faltos de libros que sean realmente necesarios. Hay inflación, en cambio, del libro que no enriquece al lector. Leer por leer no es algo que deba programarse como panacea cultural. Es estupendo ser analfabeto de la lectura inocua, inconsistente y necia.

El libro que reseño procede de una tesis doctoral, y es mérito de la editorial argentina responsable de la edición, que además distribuye el texto en España, haber desatendido esa cuarentena en la que se hallan, actualmente, en el limbo de los eternamente no nacidos, las mejores tesis doctorales. Se trata, en este caso, de una excelente aproximación al pensamiento judío de esta segunda mitad del siglo XX, encarnado sobre todo en la compleja figura de un estoniano que escribe en francés Emmanuel Levinas. Alberto Sucasas va rodeando la naturaleza jánica de este filósofo seguidor de la fenomenología de Husserl, en nada indiferente al gran impacto de la ontología existencial de Heidegger, y que a partir del revelador año 1933 acelera un acercamiento cada vez más engagée con el pensamiento religioso y teológico del renovado judaísmo de este siglo: el que tiene en La estrella de la redención de Franz Rosenzweig, su punto de partida.

Con estos datos comparece la necesaria duplicidad de una filosofía consciente de la imposible autonomía de ésta, pero que cifra su point d´honeur en la necesidad de apurarla al máximo; y de una fides religiosa (en las tradiciones que remiten a la revelación del Monte Sinaí) que, sin embargo, quiere y puede acoger la iluminación que sólo la filosofía puede dar.

La metáfora del palimpsesto, que recorre el libro de Alberto Sucasas, sirve para caracterizar esa filosofía levinasiana que defiende la primacía de la ética sobre la ontología, o del Bien por encima del ser y de la existencia. Subyacente a todo ello emerge, en la interpretación de Sucasas, el texto escondido, imposible de borrar del todo, de una escritura religiosa, de naturaleza judía, sobre la cual tal proyecto de filosofía se construye. La filosofía se ve así en la necesidad de dialogar de forma franca y radical con sus raíces sagradas, o con sus aspiraciones religiosas en relación a lo más santo. Todo Levinas aspira a yugular el fondo sacro omnipresente en filosofía que no terminan de reconocerlo como tal, o que lo hacen tardíamente (por ejemplo Heidegger). Y lo hace en nombre de un concepto de santidad que exige la atención debida a la revelación de un Dios Uno y único que ha hablado a los hombres, o que les ha interpelado en forma personalizada. El nombre, el rostro de ese Dios, el vínculo de persona a persona que de este modo se instituye, todo ello nutre la sustancia religiosa y religada de una reflexión que, sin embargo, pretende derivar de esos confesados presupuestos un hilo rojo orientado a la más exigente reflexión fenomenológica y filosófica.

El mejor momento de esta incursión de Alberto Sucasas es, a mi modo de ver, el de la parte cuarta. Me refiero a la lectura que emprende Sucasas del Deutero-Isaías, y en especial de esos breves, pero impresionantes, textos referidos al Siervo de Yavéh: "Fue despreciado y abandonado de los hombres.. . Muchos se horrorizaron ante su aspecto y figura, tan alejado era de lo humano..." "Mi espalda ofrecí a los que golpeaban... no hurté mi rostro a los ultrajes y al salivazo..."

"Fue maltratado, pero él se doblegó y no abre su boca; es como cordero llevado al matadero..."

Ese texto, modelo que lo fue, según Joachim Jeremías, del Cristo de los Sinópticos, orienta a Sucasas en su intento de hacer inteligible, desde una concepción mesiánica renovada y crítica, esa forma de mal radical que se concretó, en la historia del Israel empírico, en el holocausto de los años treinta.

El libro de Sucasas interesa a todo aquél a quien la cuestión religiosa resulta importante y relevante, más allá de las frivolidades insulsas de un pensamiento único que padece crónica fobia respecto a todo lo que se refiere al vínculo entre Dios, Hombre y Mundo (sustento, desde Kant hasta Rosenzweig, de lo que verdaderamente importa en el ámbito del pensamiento filosófico).