Image: La historia comienza. Ensayos sobre literatura

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Ensayo

La historia comienza. Ensayos sobre literatura

Amos Oz

5 julio, 2007 02:00

Amos Oz. Foto: Santi Cogolludo

Traducción de María Condor. Siruela, 2007. 144 pp. 16 euros

El premio Príncipe de Asturias de las Letras ha sumado este año el nombre de Amos Oz a los de Arthur Miller, Cela, Grass, Umbral, Paul Auster,... en una lista de indiscutibles devorados por lo que el israelí define como "la urgencia de contar historias". El Cultural celebra el premio con la reseña de su último libro de ensayo, La historia comienza, en el que Oz ofrece "un curso de lectura lenta", y con las primeras páginas de Fima, la novela que lanzará este otoño la editorial Siruela, y en la que narra la desintegración emocional del protagonista.

La reciente concesión a Amos Oz del premio Príncipe de Asturias de las Letras ha permitido destacar la riqueza de su labor literaria y periodística así como su actividad pública a favor de la paz y en contra de los fanatismos. Sin embargo su último libro, que llega precisamente ahora a las librerías españolas, no oculta su vínculo con otra de las facetas del autor, su condición de profesor de literatura que comenzó ejerciendo en el instituto de enseñanza media del Kibutz Hulda y continúa desarrollando en la Universidad Ben Gurión.

De todos modos, el asunto central que La historia comienza nos plantea tiene una larga tradición entre los problemas más acuciantes que los escritores afrontan: el provocativo reto que les lanza "una única y burlona hoja en blanco en medio de un escritorio desierto" (pág. 9) cuando de comenzar una nueva obra se trata. Pero la perspectiva que Oz adopta mira más hacia el lector, que también debe andar especialmente atento en los primeros pasos de su encuentro con el libro porque debe ser él quien ha de comprender correctamente los términos del pacto implícito que el propio texto le está proponiendo.

Dicho pacto comprende en un principio lo que Coleridge llamó "la voluntaria suspensión del descreimiento", por la que aceptamos el carácter ficticio de las realidades en la que nuestra lectura nos sumerge, pero lógicamente no es ésta la única exigencia que nos impone ese auténtico "contrato inicial" que se sella entre lector y autor en las primeras páginas de la novela o el relato. Explicar cuántas otras cláusulas pueden darse al respecto es el objetivo que Amos Oz persigue a lo largo de esta colección de diez breves ensayos sobre obras pertenecientes a las literaturas en alemán (Theodor Fontane y Kafka), hebreo (S. Y. Agnón, S. Izar y Yaakov Shabtai), ruso (Gógol y Chéjov), italiano (Elsa Morante), español (Gabriel García Márquez) e inglés (Raymond Carver).

Desde su triple condición de autor, lector y estudioso de la literatura, Amos Oz ofrece ejemplos concretos para ilustrar lo que desde los años setenta del siglo XX viene siendo una de las tendencias más fructíferas de la teoría literaria, no exenta, con todo, de un cierto grado de abstracción. Me refiero en concreto a la llamada "Estética de la recepción" y dentro de ella a los estudios de Wolfgang Iser sobre el "lector implícito" y el "acto de leer".

Todo texto narrativo es una suma de presencias y de vacíos. El discurso novelístico está compuesto, sin embargo, tanto por lo que contiene explícitamente como por lo que le falta e implícitamente reclama al lector para que con su mente contribuya al éxito de la operación co-creadora que es la lectura. Pero, ¿cómo saber qué le falta a la novela o el relato en cuya lectura nos embarcamos? Precisamente en el transcurso del "acto de leer" y sobre todo en esos comienzos de la historia que Amos Oz disecciona, a partir de lo que es la pura presencia discursiva -las palabras- percibimos las lagunas o ausencias, esos vacíos, blancos o indeterminaciones que pertenecen al texto, pues son elementos constitutivos del mismo, y componen el espectro de aquel "lector implícito" junto con otras técnicas de narración o escritura que exigen una determinada forma de decodificación, como ocurre, por caso, en el comienzo de "El violín de Rothschild", donde Chéjov impone a su lector un "contrato inicial" por el que "tiene que entender algo a través de su opuesto" (pág. 69).

Sin la más mínima contaminación de escuela, Amos Oz consigue en este libro, por él mismo definido como "un curso lectura lenta", describir el funcionamiento de ese fascinante proceso por el que los lectores vamos construyendo, paso a paso, nuestras hipótesis interpretativas que el texto, página a página, ratificará o nos obligará a rectificar. En este sentido, es admirable el capítulo más extenso de La historia comienza, dedicado precisamente a La Storia de Elsa Morante, una novela sobrecogedora que trata de la "tragedia de los errores" que culmina en la violación de una judía italiana por un soldado alemán.