Image: Historia del escepticismo griego

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Ensayo

Historia del escepticismo griego

Maria Lorenza Chiesara

5 julio, 2007 02:00

Platón y Aristóteles,pintados por Rafael

Trad. P. Bádenas de la Peña. Siruela. Madrid, 2007. 463 páginas. 22 euros

Como dice con acierto la contraportada del libro: "Desde su nacimiento, la filosofía ha proyectado una sombra: el escepticismo. Sombra especialmente densa cuando el cuerpo que la proyecta es la filosofía griega". Si ésta halla quizás su primera -y doble- síntesis en Demócrito y Platón, puede afirmarse que el escepticismo nace a la sombra de ambas figuras gigantescas. Se asemejan éstas en muchas más cosas de las que las distinguen: ambas filosofías derivan su concepción de los átomos y de las Formas de una corrección "pluralista" al concepto de la esfera ontológica de Parménides. Ambos pensadores, Platón y Demócrito, mostraron una desconfianza radical hacia el mundo sensible. Los átomos y las Formas sólo pueden ser captados a través de la inteligencia y del razonamiento. Pertenecen al mundus intelligibilis.

Unos, los amigos de las Formas, sitúan éstas en el cielo de la verdad; los otros, los amigos de la Materia, indagan en la tierra lo que consideran verdadero. En ambos casos esto es siempre lo indivisible. El escepticismo nace, en consecuencia, como una radicalización del intelectualismo atomista -es el caso de Pirrón, fundador de la tendencia- o de la crítica radical de los enredos de la percepción sensible propia de la escuela socrática y platónica: Espeusipo y Carnéades, los que prosiguen en tiempos antiguos la Academia platónica. Immanuel Kant señaló que su filosofía crítica quería ser una alternativa y un espacio intermedio entre dogmatismo y escepticismo. Adoptaba de este modo la terminología de la antigöedad. El dogmatismo lo encarnaba la filosofía estoica, con su concepción de la racionalidad de todos los acontecimientos, su idea de la providencia como encadenamiento de sucesos, su reflexión sobre las aptitudes del conocimiento para aprehender el objeto (con el fin de juzgarlo, razonarlo y comprenderlo); y con todos los corolarios éticos de esta poderosa construcción. El escepticismo se dedicó a criticar, uno por uno, esos asertos: primero desde la Academia platónica (Espeusipo, Carnéades); posteriormente, ya en Roma, desde textos que han llegado hasta nosotros, y en donde las premisas y las consecuencias metafísicas, éticas y gnoseológicas de esta orientación se sistematizan, especialmente a través de figuras como Sexto Empírico y Enesidemo.

Esas ideas son más matizadas de lo que a veces se quiere creer. El término sképsis significa investigación, inquisición. La célebre epojé, o suspensión del juicio, cuya influencia llega a René Descartes o a la fenomenología de Edmund Husserl, y hasta Martin Heidegger, favorece esa búsqueda sin término (Karl R. Popper).

¿Abonaban los escépticos una actitud religiosa relativa a la irrealidad del mundo exterior, quizás por influencia de los gimnosofistas procedentes de la India? ¿Era realmente la suya una preparación para una actitud de vaciado mental favorecida por el ejercicio de "suspensión" de las afirmaciones y de las negaciones, o de toda voluntad de juzgar? ¿Se pretendía de esta manera un estado de abandono y dejación, o de quietismo, en el que debía quedar suspendida la palabra y la pasión?¿Era, pues, la suya una actitud cercana al misticismo, o más bien una radicalización de la "refutación" socrática y platónica, cuya finalidad inicial era la purificación de la mente, o cierta terapia mental-lingöística al estilo del segundo Wittgenstein? ¿O era una orientación ética hacia la felicidad, de otro cariz que la propia del naturalismo cínico o del racionalismo inmanente propio de la escuela estoica?
El texto de Maria Lorenza Chiesara nos suministra la idónea información para poder perseguir los hitos de esta aventura griega y romana tan influyente. Historia del escepticismo griego sigue muy bien este recorrido, presentando en cada uno de los hitos del argumento histórico del escepticismo la aportación de sus principales actores, desde Pirrón hasta Sexto Empírico. No deja de hacer oportunas referencias, aquí y allá, a las poderosas huellas del escepticismo en la filosofía moderna y contemporánea. El texto, como digo, da muy buena información. Pero quizás le falta ambición. Una introducción amplia habría sido necesaria: un texto en el que la autora mostrase la proyección de esta corriente griega en el pensamiento europeo moderno, no solo filosófico. Se echa también en falta una reflexión que permita persuadir al lector culto sobre la enorme relevancia de esta tendencia filosófica de la antigöedad. Un texto que no hubiese evitado la comprometida valoración matizada de esta actitud filosófica. El texto se resiente de una naturaleza demasiado escolar (cierto que impecablemente universitaria). Por momentos parece el texto de un diccionario de filosofía. Dentro de esos límites el texto está bien tramado.

La versión española de Historia del escepticismo griego adolece a veces de oscuridad. El traductor, Pedro Bádenas de la Peña, que ha sido también responsable de la versión española del griego, dada la excelente antología de textos en esta lengua que se hallan en el libro, hubiera debido justificar, con Notas de Traductor, muchas versiones problemáticas. También hay que lamentar algunas erratas tipográficas.