Ensayo

Juana de Castilla

Tarsicio de Azcona

5 julio, 2007 02:00

La Esfera de los Libros Madrid 2007. 490 pp., 24 e.

Tarsicio de Azcona, uno los más concienzudos investigadores del reinado de Isabel la Católica, nos presenta un libro sobre el personaje a quien dicha reina pudo haber usurpado la legitimidad dinástica y apartado injus-
tamente del trono: su sobrina Juana. Hija de Enrique IV y de su segunda esposa, Juana de Portugal, y jurada como heredera por las Cortes en 1462, los partidarios de Isabel consiguieron apartarla de la sucesión alegando que su verdadero padre no era el rey sino don Beltrán de la Cueva, de quien la vendría su conocido mote. La pugna reflejaba dos concepciones contrapuestas sobre el poder real y tuvo como desenlace, a la muerte de Enrique IV, la guerra civil castellana (1475-1479) que confirmó en el trono a Isabel, casada desde 1469 con Fernando de Aragón. La historia de Juana constituye uno de los lados "oscuros" del reinado de Isabel, tan brillante en algunos otros aspectos. Juana, la perdedora, ha dejado una escasísima huella histórica, no sólo por su obligado exilio en Portugal y su -parece ser que también obligada- profesión religiosa, sino por la ocultación deliberada de su rastro por parte de los vencedores, con la consiguiente desaparición de documentos claves. El olvido de su matrimonio con Alfonso V de Portugal, silenciado en su profesión religiosa y no reconocido por la corte portuguesa, es una buena prueba.

El empeño de Azcona en reconstruir su vida y su personalidad tiene por ello un especial interés, y hay que decir que ha buscado eficazmente documentos en todos los archivos posibles. Aporta así diversos datos sobre la desposeída princesa; sin embargo, la escasa entidad de la documentación disponible le obliga a recurrir frecuentemente a conjeturas. Al cabo, el personaje nos sigue siendo en buena medida desconocido, aunque la responsabilidad de ello no sea, en absoluto, achacable al autor. Con la excepción de los largos años de exilio, la trama del libro se centra en la reconstrucción de las luchas que la apartaron del trono. Seguramente -Azcona, desde luego, está convencido de ello- Juana fue hija de Enrique IV. Teóricamente, por tanto, el acceso al trono de Isabel la Católica habría sido una usurpación. Sin embargo, ésta es una cuestión secundaria. La familia Trastámara, a la que pertenecían ambas, basa su presencia en el trono en una usurpación, pero la legitimidad no era necesariamente de derecho, sino también de hecho o ejercicio. Es decir, que se adquiría. Y tanto Enrique II como Isabel adquirieron la legitimidad por el ejercicio del poder y la vieron respaldada además por algo tan importante en el Antiguo Régimen como el derecho de conquista, el conferido por la guerra, que convertía a su titular en señor "natural". Carlos V -que lo ganó en Pavía- fue señor natural de Milán, y podríamos recurrir a otros muchos ejemplos.

La parte más oscura de toda esta historia no es la posible usurpación del trono, sino la implacable dureza de Isabel hacia su sobrina y ahijada. La ausencia absoluta de piedad, e incluso cierto encarniza-
miento para con ella. Todo lo cual confirma el carácter esencialmente político de la reina, por encima de otras lecturas interesadas de su personalidad. En cuanto a Juana, la investigación de Azcona desvela que su vida en Portugal no fue tan dura como siempre se había creído, y en torno a 1500 abandonó el monasterio de Coimbra para vivir en Lisboa, donde gozó siempre de las atenciones de la corte. Tal vez por ello, poco antes de su muerte, legó sus derechos sucesorios al rey Juan III de Portugal.