Image: Más rápido que la velocidad de la luz

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Ensayo

Más rápido que la velocidad de la luz

João Magueijo

5 julio, 2007 02:00

Colour-light exercises (2003), de Bernardí Roig

Traducción de E. Marengo Fondo de Cultura Económica, 2007 270 páginas, 14’50 euros

Portugués (évora, 1967) y afincado en Inglaterra, donde ha desarrollado, como físico teórico, la parte sustancial de su carrera científica, es João Magueijo doctor por Cambridge y profesor del Imperial College de Londres. Son estos, además de otros méritos, datos relevantes que señala él mismo de entrada, como si quisiera justificar que su postura no es la de un ignorante iluminado que arremete contra la ciencia establecida. Y es que su propuesta pone en cuestión uno de los pilares de la ciencia relativista: la constancia de la velocidad de la luz. No comporta sin embargo una crítica contra Einstein, que también tuvo sus dificultades y sus errores reconocidos, y a quien no regatea su admiración.

La física moderna -nos dice- descansa sobre dos ideas distintas: la relatividad y la física cuántica. Cada una de ellas funciona muy bien dentro de su dominio y parece que deberían superponerse en algún lugar, pero cuando se ha intentado combinarlas en una quimérica doctrina, la gravedad cuántica, engarzando la teoría del "big bang" con la de las partículas subatómicas, sólo se han obtenido resultados sin sentido. Se diría que la cosmología era incompatible con la física de partículas. En la última década del siglo pasado había una sola respuesta para los enigmas que planteaba el "big bang": la teoría del universo inflacionario. Se la aceptaba a falta de otra más viable y en cierta medida conseguía su propósito: permite resolver el problema del horizonte y explica la homogeneidad cósmica, pero le falta la confirmación experimental. Hay un tiempo, el instante posterior al nacimiento del universo, en el que no existe una teoría cuántica de la gravedad y sin ella no podemos afirmar nada de lo sucedió en ese mínimo y turbio pasado.

Y entonces se le ocurrió a Magueijo la idea central de este libro: ¿y si en el universo primigenio la velocidad de la luz hubiera sido mayor que la actual? Esa posibilidad facilitaría resolver algunos de los problemas cos-
mológicos sin recurrir a la inflación. A diferencia de ésta, la teoría de la velocidad variable de la luz exige en cambio importantes modificaciones en los fundamentos de la física moderna, puesto que hablar hoy de la variación de la velocidad de la luz es algo que no figura en el vocabulario del físico. Pero parece que los problemas del "big bang" requieren que la velocidad de la luz sea mucho mayor en los comienzos del universo. Puede no ser una teoría definitiva y las predicciones que arrastra tendrán que ser observables en el futuro. Lo cierto es que Magueijo sigue explayando esta idea y analizando su enlace con la gravedad cuántica, porque tal vez si llegara a superar la fase puramente especulativa, podría ser esa teoría el ingrediente que faltaba para profundizar en nuestra comprensión del universo.

Ante este esquema pensará el lector que se trata de un texto destinado a personas especializadas en estas materias. no es así: sus clarísimas explicaciones van aflorando, como si de un libro de memorias se tratara, a medida que el autor narra episodios de su propia vida. Tan familiares a veces como cuando detesta el tiempo que el investigador ha de perder rellenado inútiles cuestionarios sólo para que unos funcionarios del ámbito científico justifiquen su puesto (¡y a mí que esto me suena demasiado!) o protesta por la política de algunas revistas científicas.

Acaso pueda nuestro lector sentirse decepcionado al ver que lo que aquí se cuenta es mera especulación, sin un soporte científico firme: nadie sabe aún si la teoría de la velocidad variable de la luz es correcta o no. ¿Y qué pasa si no se confirma? Que sea errónea no supone ninguna humillación para su creador, pues todo ello forma parte de la ciencia. La gente comprenderá así cómo es el proceso científico, plagado de conjeturas, de poner a prueba ideas nuevas que luego serán aceptadas o rechazadas. Lo importante es lanzar tales ideas sin miedo, y cometerlas al juicio de esa riquísima experiencia humana que es la ciencia, una de las más puras que podemos alcanzar.