Ensayo

La Reina María Cristina

Ricardo Mateos Sáinz de Medrano

25 octubre, 2007 02:00

María Cristina jura la Constitución de 1876

La Esfera de los Libros, 424 páginas, 30 euros

María Cristina de Habsburgo-Lorena (1858-1929) tuvo que hacer frente a la difícil tarea de asumir la regencia de España a la muerte de su marido, Alfonso XII, en noviembre de 1885, y desempeñar las funciones que la Constitución de 1876 adjudicaba a la Corona hasta que, en mayo de 1902, comenzó el reinado efectivo de su hijo, Alfonso XIII.

Fue una prueba de fuego para el sistema político de la Restauración, que había ideado Cánovas, y la Regente demostró en la tarea una considerable prudencia y una completa entrega, que hubieran merecido mejor suerte si la crisis de 1898 no hubiera puesto en evidencia las fragilidades de aquel sistema incapaz de asimilar las demandas de transformación que le llegaron desde diversos sectores de una sociedad que, a finales del siglo XIX, parecía ganada por la idea de regeneración nacional.

Políticos decididos a la efectiva democratización del sistema, organizaciones obreras dispuestas a hacerlo desaparecer, movimientos nacionalistas que pretendían cambiar la organización del Estado, o intelectuales empeñados en proponer alternativas a la sociedad existente, se convirtieron en otros tantos arietes para asaltar un sistema político que, a comienzos del siglo XX, experimentaba también una profunda crisis de liderazgo.
La encargada de sortear todos aquellos peligros fue una archiduquesa austriaca, descendiente del emperador Leopoldo II y que, por lo tanto, pertenecía a una rama secundaria de los Habsburgo en la corte del emperador Francisco José. Antes de su matrimonio había desempeñado el puesto de Canonesa de una institución dedicada a la atención de damas nobles en el castillo de Praga. De ahí nació la idea equivocada de que, antes de su matrimonio con Alfonso XII, la archiduquesa María Cristina había sido monja. Esa idea vendría a cimentar la imagen de "Doña Virtudes" que, por su carácter serio y la austeridad de su comportamiento como Regente, se asentó en la opinión pública española.

En cualquier caso, tanto la persona como la actuación de la regente recibieron siempre una alta consideración por los historiadores, como acredita el temprano estudio del conde de Romanones, que acuñó la imagen de "la discreta Regente de España". También es amable y comprensiva la imagen que nos ofrece ahora Sáinz de Medrano que, a través del aprovechamiento de una imponente bibliografía primaria, con excelente ma-
nejo de títulos publicados fuera de España, ha preferido ofrecernos una visión menos política, para resaltar los aspectos familiares y dinásticos. El resultado es a veces, como el autor reconoce con humor en un pasaje de su libro, un "maremagnum de archiduquesas" que, en todo caso, sirve para subrayar con vigor la difícil tensión en la que vivían las casas dinásticas europeas en un mundo tan cambiante como era el de finales del siglo XIX. Saber entender esa misión y realizarla con tanta pulcritud y abnegación como lo hizo María Cristina de Habsburgo, constituye un ejemplo estimulante, que el autor ha sabido presentar con elegancia y precisión.