Image: Goebbels: Una biografía

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Ensayo

Goebbels: Una biografía

Ralf Georg Reuth

22 enero, 2010 01:00

Trad: Beatriz de la Fuente. La Esfera de los Libros, 2009. 857 pp., 42'50 e.


En marzo de 1933 un dirigente nazi de 35 años llamado Joseph Goebbels asumió la dirección de un órgano de nueva creación, el ministerio de Propaganda. Su labor al frente del mismo se convertiría en el ejemplo más citado de cómo una propaganda engañosa pero persuasiva, basada en las nuevas tecnologías de la comunicación, en su caso la radio, puede conquistar las mentes de sus oyentes y contribuir al arraigo popular de un régimen totalitario. Para ello Goebbels contaba con la experiencia previa de los años de ascenso del nazismo, en los que fue uno de los más eficaces demagogos del partido.

Como lo demuestra la extensa y documentada biografía de Ralf Georg Reuth (1952), el doctor Goebbels no era solamente un publicista con talento y sin escrúpulos, sino también un fanático. Como tantos otros hombres y mujeres de aquellos turbulentos años, él transfirió a la esfera de la política esa búsqueda del Absoluto que en otros tiempos solía manifestarse a través de las convicciones religiosas. Los nuevos ídolos de la Nación o de la Revolución parecían destinados a sustituir a los viejos dioses desacreditados en las mentes y en los corazones de una nueva generación. El joven Goebbels, un intelectual con formación universitaria que a pesar de su modesto origen logró alcanzar el preciado título de doctor, para luego darse cuenta de que ello no le garantizaba nada en la convulsa Alemania de los años 20, se apartó de las convicciones católicas de su familia en busca de una nueva fe, la fe del "hombre moderno"que se redimiría a sí mismo. Esa misma actitud llevaría a otros hacia la lucha por el paraíso socialista, con las consecuencias terribles que se vieron en la Rusia de Stalin, pero Goebbels encontró su camino en el nacionalismo más extremo, que se afirmó en Alemania sobre la base de una doble experiencia, la del entusiasmo patriótico al inicio de la Primera Guerra Mundial y la de la amargura de una derrota inesperada. Una infundada teoría de la conspiración que veía el origen de esa derrota en una traición interna, en una "puñalada por la espalda", contribuyó a que el sentimiento patriótico alemán se desviara en una dirección harto peligrosa. La República de Weimar, la primera experiencia plenamente democrática en la historia alemana, fue condenada desde el principio por la derecha nacionalista como un fruto de esa traición, al tiempo que los comunistas la condenaban como un régimen burgués destinado a ser destruido por la inexorable marcha de la historia.

Otros dos elementos completaron algo más tarde el fanatismo de Goebbels. El primero fue el antisemitismo que él tardó en asimilar, pues tuvo incluso una novia de madre judía, pero que luego le permitió encontrar una explicación tan falsa como sencilla de todos los males de su patria: los judíos eran los oligarcas capitalistas que explotaban a los alemanes, los inspiradores del odio occidental contra Alemania, los verdaderos señores del despreciado sistema de Weimar y los agitadores que llevaban a los obreros comunistas a renegar de su país.

El segundo fue el hallazgo de un líder de cualidades sobrehumanas que haría posible la redención de Alemania. Este líder era Adolf Hitler, hacia el cual, tras una breve etapa de dudas, desarrollaron Goebbels y su esposa Magda una adhesión inquebrantable que se mantuvo hasta el suicidio final de ambos. Su biografía concluyó con un espeluznante parricidio que revela el insondable horror al que puede conducir el fanatismo.

PRINCIPIOS DE PROPAGANDA

Convencido de que "una mentira repetida mil veces se convierte en verdad", Goebbels desarrolló unos principios propagandísticos de plena actualidad:

1. Principio de simplificación y del enemigo único.

2. Principio del método de contagio. Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo.

3. Principio de la transposición. Cargar sobre el adversario los propios errores, respondiendo el ataque con el ataque.

4. Principio de la exageración y desfiguración.

5. Principio de la vulgarización. "Toda propaganda debe ser popular".